Decenas de jóvenes se enfrentaron a la policía este lunes en la plaza Tahrir de Bagdad, y en numerosas ciudades de Irak, después de una noche de disturbios en el aniversario de las protestas de 2019.
En Bagdad, los manifestantes intentaron tomar por la fuerza las tres barreras de hormigón de las fuerzas de seguridad en puente Al Jumhuriya, que separa Tahrir de la Zona verde, sede de la autoridad iraquí y de la embajada americana.
La policía respondió con granadas lacrimógenas y aturdidoras al lanzamiento de piedras de los manifestantes, señaló un fotógrafo de la AFP.
También hubo quemas de neumáticos, al mismo tiempo que la calma volvía a la propia plaza Tahrir y al puente Senek, que conecta la Zona verde con la embajada de Irán, aliado de Irak odiado por los manifestantes.
En la ciudad santa chiita de Kerbala, donde ya el año pasado la revuelta era por la noche, los jóvenes manifestantes atacaron con piedras hasta el amanecer del lunes a una policía que se defendía con escudos metálicos y largas porras.
Se pudieron escuchar disparos de la policía, al parecer al aire, durante los enfrentamientos, lo que hizo retroceder a los manifestantes, informó un corresponsal de la AFP.
En Nasiriya (sur), bastión histórico de las revueltas en Irak, cientos de manifestantes ocuparon hasta tarde por la noche la emblemática plaza Haboubi, cantando el himno nacional y eslóganes que pedían que el movimiento siguiera siendo pacífico.
En Diwaniya (sur), los jóvenes quemaron brevemente algunos neumáticos en las calles del centro de la ciudad. Y en Hilla (sur) también hubo enfrentamientos con la policía.
El domingo, miles de iraquíes desfilaron por las calles en el primer aniversario de la “revolución de octubre” de 2019, un movimiento inédito en Irak que pedía entre otras cosas, una reforma del poder y la mejora de las condiciones de vida.
La contestación quedó eclipsada por las tensiones entre Irán y Estados Unidos y, posteriormente, por la pandemia de covid-19, pero dejó cerca de 600 muertos y 30.000 heridos.
Estos enfrentamientos callejeros son un test para el nuevo primer ministro Mustafa al-Kazimi, que ha pedido contención a las fuerzas del orden frente a la violenta represión del año pasado de su predecesor en el cargo, que todavía está en la memoria de los manifestantes.