El G20 anunció dedicar al menos 234.000 millones de dólares de fondos públicos para combustibles fósiles
Los planes masivos anunciados para recuperar la economía tras la crisis sanitaria hacen que de momento el mundo aún transite por un camino mucho más gris que verde, sinónimo de un aumento del calentamiento global, advierten investigadores.
En estos últimos meses se han prometido fondos por un monto de unos 12,8 billones de dólares (casi 10,6 billones de euros), de los cuales 11 billones por parte de los Estados integrantes del G20, para apoyar a empresas u hogares. Es decir, tres veces más que tras la crisis de 2008.
“Estos desembolsos a gran escala configurarán la economía mundial de las próximas décadas. Pero, podrían provocar desastres climáticos enormes o dar paso a una economía sana impulsada por energías limpias”, subrayan 14 institutos de investigación (universidad de Columbia, I4CE –Instituto de la economía para el clima de París–, IISD –Instituto internacional para el desarrollo sostenible–, etc.), que desarrollan un seguimiento de los anuncios poscovid.
De acuerdo a este proyecto rastreador de políticas energéticas (Energy Policy Tracker) los países del G20 anunciaron dedicar al menos 234.000 millones de dólares de fondos públicos para combustibles fósiles y 151.000 millones para energías limpias.
A esto se añaden medidas regulatorias, fiscales y monetarias, que de acuerdo al país pueden resultar contradictorias.
En Canadá, por ejemplo, se prevén fondos para lugares de recarga eléctrica y, simultáneamente, en la provincia de Alberta, apoyo fiscal a las compañías petroleras; en Alemania 1.000 millones de euros para vehículos eléctricos, tanto como para la renovación de camiones; proyectos de metanol a partir de carbón en India, aunque también ayuda a vehículos eléctricos en Gujarat…
La empresa consultora Vivid Economics analizó 23 planes de reactivación. Solamente cinco países o regiones presentan un balance climático positivo: Alemania, España, Francia, Gran Bretaña y la UE, en los cuales un tercio del plan de 750.000 millones sería para energías verde, algo nunca visto.
“La mayoría de los países no han aprovechado esta oportunidad: el apoyo se concentra mucho más en actividades con altas emisiones de carbono que al contrario”, resume Joel Jaeger, investigador en el World Resources Institute (WRI).
Reflejo de ello es en particular el salvamento de las aerolíneas. De acuerdo a la Agencia Internacional de Energía (AIE), solamente a cuatro de cada 30 se les han impuesto condiciones medioambientales. “Una ocasión perdida” para la AIE
– Dinámica climática –
La ONU hizo sonar la alarma. De acuerdo al Informe Production Gap Report ONU Environnement (PNUE), “las respuestas de los gobiernos tienden a incrementar los modelos que ya existían antes de la pandemia: aquellos que sobre todo subvencionaban los combustibles fósiles aumentaron aún más su apoyo, y quienes se habían comprometido con el desarrollo de energías limpias utilizan estos estímulos para acelerar la transición.
Estados Unidos de Donald Trump asignó unos 70.000 millones de dólares a combustibles fósiles, según Energy Policy Tracker. La excepción son los 26.000 millones a las redes de transportes públicos, actualmente asfixiadas. De los 3 billones de fondos a atribuir, solamente el 1% es verde, señala el WRI.
Pero tanto allí, como en otros lugares, no se ha dicho la última palabra.
El segundo mayor emisor de gases de efecto invernadero del mundo debate un nuevo plan destinado a sustituir las medidas tomadas en la primavera (boreal).
Durante su campaña, Joe Biden prometió 2 billones de dólares en 4 años para sufragar infraestructuras bajas en emisión de carbono. Pero, “lo que haga dependerá del Congreso”, cuya mayoría, republicana o demócrata, todavía es una incertidumbre, indica Joel Jaeger. Aunque ciertas reformas están subordinadas al poder ejecutivo, como, por ejemplo, los nuevos estándares prometidos sobre las emisiones de vehículos.
– No al carbón –
En China, ‘fábrica del mundo’ y mayor emisora de CO2, la construcción de 17 GW de centrales eléctricas a carbón se completó en el primer semestre del año, o sea, más que en 2018 y 2019 juntos, destaca el Centro de Investigación sobre Energía y Aire Limpio (CREA). “¡El carbón no tiene lugar en la recuperación!” económica, lanzó en julio pasado el secretario general de la ONU, Antonio Guterres. Entonces, Pekín prometió la huella de carbono cero para 2060.
“Los gobiernos todavía disponen de tiempo para adaptar sus medidas”, asegura Jaeger, que a pesar de todo ve “un impulso sin precedentes en la acción climática”, entre elecciones en Estados Unidos, la neutralidad de carbono prometida por Japón o Corea del Sur, o el ‘boom’ de las capacidades renovables.
La recuperación gris es “la reacción a corto plazo ante un acontecimiento planetario”, afirmó Michel Frédeau, del BCG, que aconseja a empresas y mide los adelantos alcanzados desde el acuerdo de París de 2015.
“No podemos reinvertir para hacer exactamente lo mismo”, advierte. “Los inversores han comprendido el mensaje y han presionado, al igual que los bancos centrales, frente a los riesgos. Las empresas han asimilado la necesidad de transformarse hacia la durabilidad. Y, forzosamente, los Estados se verán influenciados, porque saben que detrás de esto se encuentra su economía del mañana”.