Estos son momentos difíciles para quien es un agente de producción de riquezas. Y hago la salvedad, pues ser empresario es una vocación de aquellos que pretenden cambiar sus vidas, cambiar las vidas de otros, aportar a la sociedad y transformarla. Hay cualidades muy especiales que poseen los empresarios.
En primer lugar un sueño, un enorme impulso a tomar riesgos para lograr materializar ese sueño. Puede ser tener un negocio grande o pequeño o querer ser su propio jefe. Empleado es quien está dispuesto a realizar una tarea por una suma de dinero independientemente de si la empresa prospere o no. Además cuenta con la protección del Estado para recibir una indemnización si las cosas le fallan.
El empresario asume todos los riesgos de su empeño. No tiene horario ni recibe una indemnización si abandona su proyecto o fracasa. Es más, en sociedades como las nuestras el fracaso es un estigma y te persigue por toda la vida. Al empresario lo quieren si le va bien. Lo rechazan y lo reprochan si le va mal o fracasa. En las circunstancias críticas actuales, hay que comprender a los empresarios.
Hoy en día nadie está verificando tasa de retorno o ganancias. Lo importante es el flujo de caja. Este debe ser lo suficiente para cubrir las necesidades de la operación. Permitir pagar las obligaciones, mantener y sostener la operación. Dentro de este manejo la disminución de ingresos es una realidad incuestionable. Ante esa circunstancia, la necesidad de mano de obra queda limitada. Se incorpora al personal necesario para mantener la operación funcionando.
Para todo empresario, lo más importante en estos momentos de crisis es que la empresa no desaparezca por el peso de sus obligaciones. El sector bancario ha contribuido con establecer pautas flexibles para el pago de obligaciones financieras. El Estado ha obligado a los sectores de servicios públicos a ofrecer periodos de gracia. Igualmente ha intervenido en los contratos de arrendamientos.
La suspensión de contratos ha sido otro mecanismo que le ha permitido a los empresarios a postergar el periodo de incorporación de sus trabajadores. Bajo este mecanismo, al autorizarse la apertura de los distintos sectores económicos luego de una prolongada cuarentena, se han ido incorporando muchos trabajadores a través de distintas modalidades. (Teletrabajo, tiempo parcial, turnos variados, etc.…).
Bajo la rigidez de nuestro Código de Trabajo, producto de una estructura económica de país industrializado nunca se previó la posibilidad de un evento tan drástico como la actual pandemia. Su prolongación ha roto los límites expuestos por dicho texto legal a efectos de mantener la suspensión de trabajadores frente a una crisis.
Hoy las autoridades sopesan la posibilidad de extender el período de suspensión mediante una reforma a la ley laboral. Es conveniente. Es necesaria y es favorable para mantener la existencia de las empresas y permitirles cumplir con sus obligaciones. Esta extensión por los próximos seis meses no puede estar condicionada a sectores.
Cada empresario maneja su empresa a su ritmo y conoce su propia realidad. Se le debe permitir tomar la decisión de cuando se podrán recuperar los suspendidos. Dejarlos en manos del Estado de acuerdo al sector sería un error, destruiría la viabilidad de muchas empresas y pondría a su vez en riesgos los otros puestos de trabajo. Una prolongación del período de suspensión no debe discriminar. Cada empresa en cada sector es el mejor agente para determinar lo más conveniente para sostenerse y no desaparecer.