Voy a seguir elaborando un poco más a lo que he denominado la economía estratégica de mercado. Covid ha impulsado un cambio de conducta, una manera distinta de ver el entorno y nuestra sociedad. Despues de Covid habrá cambios. No podemos rebatir la necesidad de tener un sistema de salud sólido y eficiente. La crisis de salud por primera vez pone en primera plana la poca efectividad y capacidad existente frente a una amenaza como la del virus contagioso. Igualmente porque una cuarentena no es ni podrá ser una cuarentena total.
Ciertos servicios básicos deben mantenerse funcionando como lo son los hospitales y clínicas, la seguridad pública, los centros de distribución logística de alimentos, la producción agricola no se puede abandonar. El servicio de internet exige al Estado tener una red propia quizás 5G para no interrumpir la educación y la redes de servicios estatales. Dejarle al mercado la solución en situaciones críticas no es un opción viable.
Y el Estado tampoco es un mal proveedor de servicios como se le ha querido satanizar en actividades estratégicas. Por ejemplo: llevamos siete años con un servicio de metro en la ciudad que ha resuelto satisfactoriamente las necesidades del transporte. Igual ocurre con el Metrobus. Nadie puede negar que el servicio de transporte público en buses ha mejorado.
Cuando se produjo la suspensión masiva de trabajadores entró el Estado con su programa de vale digital, bolsa de comida. Por primera vez el Estado panameño asume el compromiso de no dejar de morir de hambre a ninguna persona en nuestro territorio. Este es un paso significativo en las políticas públicas, en un futuro muy cercano se convertirá en una responsabilidad.
Luego de salir de esta crisis estoy seguro que debemos sostener una política pública de no dejar a nadie morir de hambre. Y el bono o vale digital deberá permanecer para esos casos de extrema precariedad. Las obligaciones tributarias de los que producen riqueza irán compaginándose con la existencia de un Estado Fuerte y eficientes en las obligaciones asignadas por los ciudadanos. Así opera en los países desarrollados y bien debería servirnos de ejemplo.
Necesitamos un Estado Fuerte y Eficiente. Y que también reparta rejo. Es decir, la ley para evitar las conductas tanto delictivas como la natural inclinacion nacional hacia el favoritismo y el juega vivo. Ese cáncer que carcome lentamente las instituciones del Estado, ya sea por desidia o por ambiciones personales. Ese elemento humano debe ser descalificado de por vida para prestar servicio público. Sin un funcionariado honesto y eficiente no hay lugar para tener un Estado fuerte que asuma responsabilidades estratégicas.
Una mejora en el diseño de país democrático y abierto debe ir de la mano de un Estado con suficiente fortaleza para impedir tanto a las personas como a la red de relaciones comerciales y sociales que se desarrollan dentro de su espacio geográfico, su colapso o deterioro. Hoy vivimos en un Estado que está deteriorándose en sus funciones esenciales, además de no encontrar las vías para enfrentar los grandes retos que se aproximan. El mercado solo no lo podrá atender. Es la realidad que nos abofetea el COVID-19.