En la capital y el Estado de México funcionan unos 109.000 negocios de venta de comida y bebidas, más de la quinta parte del total nacional.
Cuando se anunció el nuevo cierre de actividades no esenciales en Ciudad de México ante el rebrote de covid-19, los empleados de Rachel Peralta se preguntaron si finalmente había llegado el temido momento de liquidar el restaurante.
La incertidumbre se apoderó una vez más del dinámico sector comercial capitalino y del vecino Estado de México, donde viven 23 millones de personas, tras la medida que entró en vigor el sábado y se mantendrá hasta el 10 de enero en esa región.
“Hay que responderles, hay que decirles qué vamos a hacer. El mayor temor de mi gente es si voy a cerrar”, dice Peralta, de 42 años, quien dirige un local de carnes y hamburguesas en Ciudad de México, con 17 empleados.
Luego de esquivar este tipo de restricciones durante semanas, las autoridades ordenaron un aislamiento casi total el viernes ante el repunte de los contagios. La ocupación hospitalaria en la capital es de 86%, y de 78% en el estado vecino.
La gremial de los restaurantes Canirac advirtió que ocho de cada diez negocios podrían quebrar en las siguientes semanas en la Zona Metropolitana de Ciudad de México, debido a la falta de apoyo fiscal del gobierno.
En la capital y el Estado de México funcionan unos 109.000 negocios de venta de comida y bebidas, más de la quinta parte del total nacional, según Canirac.
México, con 129 millones de habitantes, registra casi 118.000 muertos y 1,3 millones de casos de covid-19.
– Pésimo momento –
El viernes, cuando se anunció el cierre, Peralta planeaba hacer el tradicional brindis de fin de año con su equipo, pero terminó explicándole las dificultades que se avecinan.
“Me angustia por las personas con las que trabajo”, dice la empresaria en medio de las mesas clausuradas del restaurante, pero con la cocina trabajando para la entrega de alimentos a domicilio o en el local.
El aislamiento llega en un pésimo momento para negocios como el de Peralta, que apostaban a las reuniones de fin de año para recuperarse de las pérdidas que acumularon durante la pandemia.
“Va a ser una pérdida del ciento por ciento, que va a implicar endeudarme en enero con una tarjeta de crédito o algo para comprar los insumos y poder seguir trabajando”, señala.
En la turística zona capitalina de Coyoacán, que en diciembre suele estar abarrotada, se ven los rostros de angustia de los trabajadores de restaurantes.
“Buen día, tenemos pizzas, ensaladas, pastas…”, dice una mujer afuera de un local de comida italiana, sin respuesta de los transeúntes. “Tenemos servicio para llevar”, exclama una colega en otro puesto.
– Miedo a la ruina –
David Mondragón, que abrió un restaurante a finales de marzo junto con un socio, cuando la epidemia comenzaba a expandirse en México, teme una bancarrota.
“Todo este tiempo ha sido puro gasto. La verdad es que nos ha estado comiendo. No hay un apoyo real al comercio”, se queja el hombre de 43 años.
Mondragón advierte que el mayor riesgo para los comerciantes es la ruina por intentar mantener el negocio y los empleos.
“No solamente pueden quedar en ceros, sino irse a la ruina y quedarse sin nada porque a fin de cuentas el que te cobra no tiene compasión, y si el gobierno te pide que pagues el impuesto, pagas el impuesto”, dice.
Otros negocios considerados no esenciales también están contra las cuerdas.
Mario Terrés, propietario de una empresa de productos artesanales para mascotas, no tiene más remedio que volverse a refugiar en el comercio electrónico, que le permitió mantenerse a flote este año.
“Ya conozco el camino (…) Nuestra tienda en línea está muy establecida, es muy ágil y muy accesible, pero no están comprando (…), el escenario es completamente diferente”, comenta.
Su negocio funciona en un pequeño bazar, en el que otros emprendedores ya tiraron la toalla y sus anaqueles están vacíos.
Se queja de tener que cargar con los costos de quienes “deciden estar saliendo y no cuidarse”, en un país donde la mitad de la fuerza laboral está en la informalidad.