Los delitos y la violencia que cada año aumentan en Panamá, responden a la “Tríada de la Violencia”- miedo, ira y frustración- que ha tomado cada vez más fuerza.
Aún con “toques de queda”, restricciones de movilidad y demás acciones tomadas por las autoridades por motivo de la pandemia de la Covid-19, los casos de violencia no se detienen. El año 2020 cerró con una estadística de 488 muertos de forma violenta.
Las ejecuciones de varones sumaron 439 y 49 mujeres, 33 son femicidios y 16 murieron de forma violenta por su vinculación a la criminalidad.
Para el criminalista, Marco Aurelio Álvarez, la tónica mensual de los homicidios ocurridos en el 2020, no bajaba de 30 homicidios, siendo enero el mes más violento que llegó a registrar 65 homicidios, mayo con 56 y julio con 49. El año pasado culminó con más casos que el anterior, que totalizó 480 homicidios.
En su análisis, señaló que los delitos y la violencia que, cada año aumentan en Panamá, responden a la “Tríada de la Violencia”- miedo, ira y frustración- que ha tomado cada vez más fuerza, debido a la descomposición social y a la falta de castigo para el delincuente de cuello blanco que se apodere de los bienes y dineros del Estado.
“Otro factor mencionado, es el de la corrupción política de quienes viven del delito a costa del Estado y la cada vez mayor desestructuración familiar. “Familia que se divide, pagan las consecuencias las mujeres y los niños, siendo arrastrados por los modelos negativos o delincuenciales que abundan en todo el país”, acotó.
“La Tríada de la Violencia” es compuesta por tres tipos de emociones: miedo, frustración e ira. El miedo a enfrentar un futuro impredecible, porque no se cuenta con lo mínimo para vivir”, aunque señaló que eso no justifica la delincuencia, pero sí es un detonador de esta.
Como segunda emoción, mencionó “la Frustración de vivir de manera continuada por generaciones con un régimen de pobreza y falta de oportunidades para acceder a un empleo digno, a una educación de calidad y a gozar de un sistema de salud con calidad para mejorar su modo de vida; y, la Ira, emoción o sentimiento detonante de una larga espera por ver días mejores y la desigualdad de la distribución de las riquezas y del presupuesto estatal”.
Álvarez señaló que para ayudar a controlar la “Espiral de la Violencia”, hace falta que el Estado legisle sobre una “Política Criminológica, Victimológica y Penitenciaria de Estado” orientada en su primer nivel a la prevención del delito, trabajando en Atención a la Primera Infancia, con programas para fortalecer los valores morales, devolverlos al sistema educativo y puedan acabar sus estudios, para optar por un empleo digno y bien remunerado.
En segundo lugar, agregó, “hay que dar especial preferencia a los derechos humanos de las víctimas de los delitos y que sean resarcidas por sus victimarios, amén de que estos paguen ante la justicia con la privación de la libertad”.
Tercero, trabajar en la resocialización del delincuente desde el Sistema Penitenciario, con una política de reeducación, y devolverlo a la sociedad como persona útil, sin ser marcada, porque, aparte de haber pagado con sus años de encierro, está el récord policivo que les priva de trabajar por 10 años.
Para concluir, manifestó que el panameño durante esta pandemia de la COVID-19, ha aumentado la “Perfidia Criminal”, que es la capacidad de maldad que una persona le puede infringir a otro ser humano o a familias enteras por venganza, por muertes antiguas, por simple maldad o fallas en el negocio criminal, ya que los delitos por lo general, se pagan con la vida. Es por ello, que cada día mueren muchos jóvenes que nacen marcados para matar o morir.
