Alrededor de 500 fanáticos acudieron desafiando al viento helado, parados en un área cercada frente al escenario. La mitad de la sección permaneció visiblemente vacía.
El magnate republicano Donald Trump quería la despedida de un héroe el miércoles y la ceremonia organizada para él en una Base de la Fuerza Aérea en las afueras de Washington se parecía a eso. Pero faltaba una cosa: la gran multitud que ama.
Menos de cuatro horas antes de que Joe Biden asumiera el mando, Trump tuvo que apresurarse para salir de la Casa Blanca hacia Florida (sureste) antes de perder su dominio sobre las instalaciones presidenciales.
Entonces, después de una salida a las 08h18 local en el helicóptero Marine One desde el Campo Sur de la Casa Blanca, aterrizó en la Base Andrews junto con el reluciente Boeing 747 presidencial – Air Force One.
Una banda de la Fuerza Aérea tocó “Hail to the Chief” (Salve el Jefe). Y los cañones del Ejército saludaron con una salva de 21 disparos.
Pero a pesar de toda la precisión militar, lo que más ama Trump, las multitudes enormes y adoradoras que gritan “¡Amamos a Trump!”, estaban ausentes.
Alrededor de 500 fanáticos acudieron desafiando al viento helado, parados en un área cercada frente al escenario. La mitad de la sección permaneció visiblemente vacía.
“Tenemos el país más poderoso del mundo”, dijo Trump en un breve discurso que se parecía mucho a sus discursos de campaña, excepto que el de ahora era para dar un adiós.
“Fue mi mayor honor y privilegio ser su presidente. Que tengan una buena vida.”, expresó.
– Presidente derrotado –
Si se ignora a la pequeña multitud y la ocasión, podría haberse parecido a algo que honra a un líder en el apogeo de sus poderes, no a un presidente derrotado de un período que cerró con la particular distinción de enfrentar un juicio político después de su partida, el segundo en su contra.
Pero mirando el cuadro más de cerca, no todo encajó plenamente con el mensaje que Trump, quien se ha burlado repetidamente de los “perdedores”, quería enviar a su gente.
La incomodidad de reunirse en una base azotada por el viento en los suburbios de Washington a la hora del desayuno fue la primera pista.
Trump no tenía otra opción, no si quería todos los ‘juguetes’ presidenciales: el reloj corría hasta el momento de su devolución.
Por lo tanto, necesitaba literalmente cada minuto para llegar en el Air Force One a Florida y aún poder usar la caravana presidencial para llegar a la residencia de su club de golf en Palm Beach antes de que el reloj marcara las 12 del mediodía.
– Caminata fría –
En un intento por aumentar el número de público asistente, la Casa Blanca abrió con flexibilidad su red al enviar las invitaciones.
Según los informes, a los invitados individuales se les informó que podían traer consigo hasta cinco amigos.
Una invitación llegó incluso a Anthony Scaramucci, quien fue despedido del puesto de director de Comunicaciones después de trabajar solo 11 días al comienzo del mandato de Trump, y luego se convirtió en un cáustico crítico televisivo del mandatario.
Scaramucci aseguró que a la Casa Blanca no parecía importarle quién viniera.
“Créame, tenía que ser un correo electrónico de difusión masiva si me enviaban uno de ellos”, le dijo al programa de televisión Inside Edition.
Muchos nombres importantes, mucho más grandes que el colorido Scaramucci, también recibieron invitaciones y también dijeron que no.
Estaban ocupados.
El vicepresidente Mike Pence, la imagen de la lealtad a Trump durante los últimos cuatro años, divulgó públicamente su horario de actividades para el miércoles temprano el día anterior.
El único elemento en la página en blanco decía mucho: “11:00 AM. EL VICEPRESIDENTE y LA SEGUNDA DAMA asisten a la 59ª Ceremonia de Investidural” de Joe Biden.
O sea, Pence no asistió a la despedida de su antiguo jefe porque iba a estar en la llegada del nuevo presidente.
El muy respetado exjefe de personal de Trump y general retirado de la Marina, John Kelly, fue invitado, incluso si también se había convertido en un crítico muy público y mordaz del multimillonario republicano.
Kelly aseguró a la CNN que tenía otros compromisos.
Dos figuras de peso en el Congreso, los leales partidarios republicanos de Trump, el líder en el Senado Mitch McConnell, y su homólogo de la Cámara de Representantes, Kevin McCarthy, tenían otra excusa: habían aceptado una invitación para asistir a la iglesia con Biden esa mañana.
Una alfombra roja atravesaba la pista militar hasta los escalones del Air Force One. Para el que muy pronto se convertiría en expresidente Trump, fue una caminata larga y fría. Sin su ansiado calor popular.