Los Balcanes occidentales poseen algunos de los ríos más salvajes de Europa. Pero la deficiente infraestructura para el tratamiento de desechos amenaza el medio ambiente y la salud pública.
Las aguas color esmeralda del lago Potpec fueron en su día un pintoresco lugar de pesca en Serbia. Desde hace un tiempo casi no se ven debido a la basura amontonada y el olor espanta a los visitantes.
“Es muy feo”, dice Milomir Mijovic, un lugareño de 34 años. Observa los 8.000 metros cúbicos de botellas de plástico, sofás viejos y espuma de poliestireno apilados en un islote de este lago del oeste de Serbia.
“Tengo siete hijos y me entristece no poder llevarlos a pescar o venir aquí durante el verano para bañarse”, declara a la AFP.
Los Balcanes occidentales poseen algunos de los ríos más salvajes de Europa. Pero la deficiente infraestructura para el tratamiento de desechos amenaza el medio ambiente y la salud pública.
El problema quedó patente tras las inundaciones de enero, que arrastraron las inmundicias tiradas en vertederos ilegales.
La basura se ha acumulado aguas arriba en represas hidroeléctricas como en Potpec, en el río Lim que discurre desde Montenegro o en la central de Visegrad, en Drina, cerca del puente declarado patrimonio mundial y descrito por el escritor yugoslavo y nobel Ivo Andric.
Las represas se limpian cada cierto tiempo, pero este año el fenómeno cobró una dimensión enorme.
– Televisores y frigoríficos –
“No podemos resolver este problema, solo podemos arreglarlo, recogemos los residuos que los municipios abandonan a lo largo de las orillas”, explica Tomislav Popovic, director técnico de la central bosnia, donde desembocaron pilas de botellas de plástico, televisores, frigoríficos y estufas.
“Incluso vimos imágenes de excavadoras empujando basura directamente hacia el río”, afirma. La central recoge cada año unos 8.000 m3.
Es un problema de recursos, de infraestructura obsoleta y de falta de concienciación.
El reciclaje es mínimo en la mayoría de los países. Los vertederos ilegales afean el campo y las afueras de las ciudades.
En Macedonia del Norte, las bolsas de plástico que cuelgan de los árboles desfiguran los paisajes. Montañas de escombros de construcción, muebles viejos y lavadoras están desperdigados por las carreteras.
La capital Skopie también está rodeada. A 5 km al noroeste hay un cementerio de viejas bañeras, ropa, envases de plástico y piezas de automóviles.
En Vardarishte, al este, un vertedero oficial cerrado hace 26 años se ha convertido en un basurero ilegal de 170.000 metros cuadrados, cerca de unas viviendas.
Algunos habitantes prenden fuego a cables para recoger el cobre, lo cual suelta humos tóxicos en el smog existente.
– Problema generalizado –
El concejal ecologista Dejan Dimirovski denuncia los “inmensos efectos negativos” de los vertederos ilegales de Macedonia del Norte.
En 2019 grabó a una empresa que no trataba correctamente los desechos médicos, que luego arrojaba al vertedero oficial en Skopie, el único que cumple con los estándares de la Unión Europea.
En un video más reciente que mostró a la AFP arremete contra un hombre que intenta echar grandes bolsas de basura por la ventana de su automóvil.
Es como si el país “hubiera construido un apartamento sin baño”, lamenta.
En el vecino Kosovo, la situación no es mejor. Solo la mitad de los 1,8 millones de habitantes dispone de recogida de basura. Según un informe gubernamental, los vertidos ilegales aumentaron un 60% entre 2017 y 2019.
En Serbia, la recogida funciona mejor, pero los vertederos plantean problemas.
Los desechos “suelen acabar en vertederos ilegales donde los metales pesados y otros contaminantes se liberan directamente al medio ambiente, al agua y al aire, amenazándonos a todos”, declara Igor Jezdimirovic, a la cabeza de la oenegé Environmental Protection Engineers.
El principal destino de la basura de Belgrado durante los últimos 40 años es uno de los vertederos más grandes de Europa, que contamina tierras agrícolas y el agua. Actualmente está siendo rehabilitado en un proyecto financiado en parte por la compañía francesa Suez y la japonesa Itochu.
En estos países se necesita la presión de la opinión pública sobre las autoridades para que haya progresos, advierte.
“Quienes están en el poder sólo esperan que los problemas no salgan a la superficie durante su mandato -dice- y a largo plazo consideran que no les conviene afrontarlos”.