La casa señorial de Kentwell Hall, construida cuando los Tudor reinaban en Inglaterra, siglo XVI, el edificio de ladrillo rojo, cuyas tierras se extienden cerca del burgo de Bury St Edmunds, necesita profundos trabajos de restauración.
La casa señorial de Kentwell Hall, en el este de Inglaterra, ha sobrevivido a más de 450 años de historia turbulenta. Como muchas casas solariegas, que necesitan a menudo restauraciones costosas, su futuro está amenazado por la pandemia que la ha obligado a cerrar al público.
Construida cuando los Tudor reinaban en Inglaterra en el siglo XVI, el edificio de ladrillo rojo con varias torretas, cuyas tierras se extienden cerca del burgo de Bury St Edmunds, necesita profundos trabajos de restauración. Su financiación está en el aire por la falta de ingresos que generan los visitantes o eventos como bodas o conferencias.
Su propietario Patrick Phillips, antiguo abogado que se consagra desde su compra en 1971 a mantener el esplendor de la morada, ha visto caer un 90% los ingresos que en 2019 se elevaron a 1,5 millones de libras esterlinas (1,75 millones de euros, 2 millones de dólares).
“Es muy difícil gestionar este lugar sin ingresos”, explica a la AFP, mientras pide que se levante rápidamente el confinamiento.
Los trabajos esenciales para reparar los fosos de 730 metros, que se hundieron en un sector crítico para la estructura son imposibles. Sin fondos para vaciarlos e iniciar los trabajos, “no se puede evaluar la gravedad”, lamenta Phillips, que habla de un “verdadero desastre”.
Crítico con la hoja de ruta para salir del confinamiento que ha elaborado el gobierno del primer ministro Boris Johnson, estima que las moradas históricas como la suya deberían haber sido autorizadas a abrir antes del 17 de mayo, como también lo harán los museos y los interiores de pubs y restaurantes. “Sufrimos todos inútilmente”, subraya.
– Moho y humedad –
Al presentar en enero su plan para salir del confinamiento en vigor desde principios de enero, el tercero decretado en Reino Unido desde el inicio de la pandemia, Boris Johnson defendió la prudencia para que sea “irreversible”.
Pero la espera es larga para las moradas históricas, pues los comercios no esenciales están autorizados a reabrir a partir del 12 de abril.
“Son actividades esenciale,s cuya contribución es esencial”, arguye James Probert, un responsable de Historic Homes, organización que representa 1.500 mansiones históricas privadas en el Reino Unido.
“Son edificios clasificados muy muy importantes que forman parte de nuestro patrimonio nacional”, sostiene. “No decimos que tengan que autorizar estas actividades a reabrir el 12 de abril, pero les pedimos que al menos lo tengan en cuenta”, y que la decisión se adopte “a la luz de opiniones científicas razonables”.
En total, los trabajos en curso de estas moradas históricas se elevaban a 1.400 millones de libras (1.600 millones de euros, 1.890 millones de dólares) en 2019, de ellos 400 millones considerados urgentes, un monto que ha aumentado durante la pandemia, según James Probert, por problemas como el moho y humedades.
– “Diezmado financieramente” –
Además del mantenimiento de los edificios, sus 34.400 empleados pagan también un alto precio. Unos 3.000 corren el riesgo de perder el empleo pese al sistema de desempleo parcial subvencionado por el gobierno.
Charles Courtenay, 19º conde de Devon, cuya familia vive en el palacio de Powderham, en el suroeste de Inglaterra, desde hace más de 600 años, asegura que la crisis financiera le ha “diezmado financieramente”.
Debe hacer frente a los daños causados por el agua en el tejado del palacio -aunque el alcance de los mismos no tiene nada que ver con los sufridos durante la guerra civil inglesa del siglo XVII. Y por el momento, el apoyo financiero que proporciona la asociación de protección del patrimonio Historic England le ha permitido simplemente contener los gastos.
Powderham abrirá “en cuanto sea posible”, aseguró Charles Courtenay, antes de subrayar que la mayoría de los ingresos se invierten en el mantenimiento del edificio o en su gestión.
Recuerda el verano boreal pasado cuando pudo reabrir los jardines: convirtió al castillo en un “espacio comunitario donde la gente podía ir y venir”. “Estábamos orgullosos y encantados de poder hacer este espacio disponible” durante este periodo “difícil”.