Niamh Kavanagh asegura que esta localidad irlandesa, y sus alrededores, se convirtieron por una semana en “Eurovisionlandia” y eso lo hizo diferente al resto de ediciones del festival
Noel C. Duggan soñó con albergar el Festival de Eurovisión de 1993 en el recinto de caballos de su pueblo natal irlandés, Millstreet, y muchos lo tomaron por “loco”, pero su energía ayudó a poner en el mapa a esta localidad y, por una noche, fue centro de la música europea.
Este empresario de 89 años recuerda, en una entrevista con Efe, cómo esa idea nació un año antes, mientras veía con su familia el certamen de 1992 y tuvo una corazonada de que Irlanda, y Linda Martin, iban a ganar Eurovisión esa noche. Y se cumplió.
Fue entonces cuando mandó una carta al Gobierno y la Radiotelevisión pública de Irlanda (RTÉ) con la propuesta de sacar Eurovisión de Dublín -que ya había sido sede 3 veces-, y trasladarlo hasta Millstreet, un pueblo “medio escondido” en el suroeste de la isla que buscaba renacer tras décadas de emigración y pobreza.
Tardó dos meses en recibir una respuesta. El mismo tiempo que necesitaron, según Duggan, en “dejar de reír ante una idea tan ridícula”.
“UNA VICTORIA PARA TODOS”
Ni siquiera los propios vecinos de la localidad veían factible la hazaña, aunque el empresario creyó en el proyecto “todo el tiempo” y acabó convenciendo al resto de que Millstreet y su recién estrenado estadio ecuestre, el Gleen Glens Arena, eran capaces de albergar Eurovisión.
El edificio de Duggan era muy ancho, pero no lo suficientemente alto para acoger el “modernista” y “caro” escenario que había encargado la RTÉ, así que todo el plan estuvo a punto de irse por la borda.
Ante la imposibilidad de levantar el tejado del recinto, Duggan dio con la solución alternativa instantáneamente: excavar el suelo unos metros, de tal modo que el escenario quedase alineado con el patio de butacas.
“Cuando hay una situación desesperada tienes que pensar muy fuerte, y tener visión de tu idea dando sus frutos”, afirma Duggan, que sin querer sonar “presuntuoso”, asegura que los escenarios de las ediciones posteriores del festival solo son una “réplica” del de Millstreet.
Por ese motivo, la dos veces representante de Irlanda, y ganadora del Festival de Eurovisión en 1993, Niamh Kavanagh, explica a Efe que Millstreet supuso una “victoria para todos”, porque demostró que es posible llevar a cabo un espectáculo” fantástico e innovador” en un área muy pequeña.
“EUROVISIONLANDIA”
De hecho, Kavanagh asegura que esta localidad irlandesa, y sus alrededores, se convirtieron por una semana en “Eurovisionlandia” y eso lo hizo diferente al resto de ediciones del festival.
Millstreet, con apenas 1.500 habitantes, no fue capaz de acomodar a las veinticinco delegaciones participantes -un récord en ese momento-, que tuvieron que repartirse entre alojamientos de Killarney y otras localidades del condado de Kerry.
Para llegar hasta Millstreet, Kavanagh, relata que tenían que viajar 40 minutos en autobús y que, tras la noche de la final en la que se proclamó vencedora con “In Your Eyes”, volvieron de vuelta al hotel compartiendo transporte con numerosos aficionados, algo que “no hubiese pasado en ningún otro lugar”.
La periodista irlandesa Fionnuala Sweeney también recuerda “vívidamente” la velada del 15 de mayo de 1993, cuando con 28 años tomó la responsabilidad de presentar en solitario el Festival de Eurovisión, un espectáculo seguido por más de 300 millones de personas en todo el mundo.
UNA NOCHE DE NERVIO
Afirma a Efe que estuvo “muy nerviosa” durante la ceremonia, puesto que el ensayo final de la gala “fue un desastre”, y ni siquiera se atrevió a cambiarse su vestido por miedo a “arruinar” más las cosas.
Las votaciones son como el “santo grial” de Eurovisión, según Kavanagh, y Sweeney mantuvo los “dedos cruzados” para que todo saliese bien durante las de 1993, y todos los países respondiesen al otro lado de la línea con sus puntuaciones.
En Millstreet, España finalizó undécima de la mano de Eva Santamaría y su canción “Hombres”; y Bosnia y Herzegovina, que atravesaba una difícil guerra, hizo su debut eurovisivo protagonizando uno de los momentos más tensos de la gala.
“No sabíamos si íbamos a poder contactar con ellos esa noche. Se oyó un pitido y el estadio quedó en silencio 30 segundos, hasta que, de repente, contestaron desde Sarajevo”, narra Sweeney.
Duggan, que se define como “melómano”, tampoco disfrutó la noche del certamen de canciones hasta que llegó a su fin, ya que temía que, en caso de lluvia, se formasen goteras sobre el escenario del recinto.
“Cuando se anunció el ganador, salté y creo que hasta golpeé al primer ministro irlandés”, cuenta entre risas Duggan, que en ese momento pensó: “Misión cumplida”.
Tras aguantar risas y burlas durante más un año de aquellos que decían que Eurovisión se celebraría en un “establo de vacas de Irlanda”, Duggan calló las bocas de todos al lograr un hito para el pequeño pueblo de Millstreet, cuyas calles rememoran con orgullo su pasado eurovisivo incluso 28 años después.