En el Día Internacional del Té, consignamos que esta fecha fue establecida por la Asamblea General de las Naciones Unidas, por ello presentamos una reseña de la ceremonia japonesa de esta bebida.
Con la finalidad de favorecer la fabricación y utilización del té en el mundo, en el año 2019, la Asamblea General de las Naciones Unidas estableció el Día Internacional del Té cada 21 de mayo.
De acuerdo a la organización, la fecha “promueve y fomenta medidas colectivas dirigidas a llevar a cabo actividades en favor de la producción y consumo sostenible de té, y aumenta la conciencia acerca de su importancia en la lucha contra el hambre y la pobreza”.
La costumbre de tomar té tuvo su origen en Oriente. A este producto se le considera importante por sus propiedades medicinales y de bienestar, además de ser un deleite por su sabor.
En esta efeméride, conversaremos sobre un ritual con esta bebida de uno de sus grandes productores, Japón.
“El té llegó a Japón desde China en el período Nara (710-793), pero no se implantó la costumbre de beber té verde en polvo hasta que, en el año 1,191, el fundador del budismo zen, el monje Eisai, trajo semillas y explicó cómo cultivar, producir y preparar té”, según lo investigado.
Luego, esta costumbre siguió en Japón y evolucionó y “culminó en la creación de una cultura que abarca todos los preceptos de la sabiduría zen, el Chanoyu o Chado, la ceremonia del té, que fue perfeccionada por Sen no Rikyu (1,522-1,591)”.
La cultura japonesa es sumamente encantadora. Sus costumbres, con la distintiva mezcla de sencillez, detalles y espiritualidad, la hacen muy especial.
A manera general, la ceremonia japonesa del té consiste en “servir el té verde matcha de una forma protocolar, buscando conseguir la mayor economía posible de movimientos. Está influenciada por el budismo zen y es la más estructurada de todas las ceremonias orientales, ya que está gobernada por un estricto protocolo”.
Sin embargo, el ritual es algo más que preparar un té y compartirlo. Su significado es muy profundo y les contaré por qué.
La ceremonia exalta virtudes maravillosas en el ser humano, tanto para el que ofrece como los invitados. Es un momento de reflexión genuina de lo que son altos valores.
“La sencillez es un elemento clave de la ceremonia del té, pues permite apreciar las cosas que nos rodean. Cada instante que transcurre es un momento para meditar sobre la vida y sobre uno mismo”, se resaltó.
El acto representa los estados armonía, respeto, pureza y tranquilidad. Definitivamente que es una evocación al bienestar y plenitud.
– Armonía, el equilibrio, concordia y paz con las personas, es decir, tener compatibilidad y buena comunicación.
– Respeto, la consideración y tolerancia con que debe tratarse a alguien, situación o cosa, sin causarle ofensa.
– Pureza, la cualidad interior de estar libre de culpa espiritualmente, íntegro, limpio y virtuoso.
– Tranquilidad, que es tener calma y paz.
“El “Chanoyu”, como otras ceremonias japonesas, es el símbolo de esfuerzo instintivo de los japoneses por conseguir el reconocimiento de la verdadera belleza, que reside en la sencillez y la simplicidad. El auténtico espíritu del “Chanoyu” se podría resumir con términos tales como: calma, naturalidad o gracia, o con la frase: “esteticismo de austera simplicidad y refinada pobreza”, según nuestras investigaciones.
El ritual tiene una esencia interior, ya que “no es una ceremonia vacía, ni una forma refinada de tomar el té, sino que, expresada en pocas palabras, es una manera de purificar el alma, mediante su unión con la naturaleza”.
La peculiaridad del acto es la filosofía de los japoneses, por lo cual, nos hace comprender un poco la manera de pensar de esta cultura.
“Lo que diferencia la ceremonia japonesa del té, de cualquier otro ritual relacionado con el consumo de esta bebida en el mundo, es la visión japonesa. No es preparar y beber té como lo hacemos usualmente, sino una manera de alcanzar estabilidad con la naturaleza y la paz interior, con el fin de favorecer la meditación, como enseña la tradición zen”, se añadió.
Esta forma armonizada de compartir el té, arraigada de la cultura japonesa, tiene aspectos característicos muy precisos, los cuales inician antes de entrar al lugar en que se llevará a cabo. De acuerdo a una fuente, se realiza así:
Tiene lugar en una “casa de té” hecha de madera o bambú, llamada Chashitsu, que está rodeada por cuidados jardines. Cuando se es invitado a la ceremonia del “Chanoyu” hay que seguir unas determinadas normas:
El Teishu o Maestro del té, que puede ser hombre o mujer, da la bienvenida a los invitados en el jardín y les trae agua fresca para que beban, se laven las manos y la boca. Los invitados deben inclinarse como símbolo de humildad y respeto. A continuación, son guiados hasta el chashitsu, donde puede haber como máximo cinco invitados. El ritual de la ceremonia tiene tres fases: la comida, una infusión espesa y una infusión más ligera.
La comida que se sirve durante la ceremonia del té se denomina kaiseki. Además de degustar dulces puede incluir algo típico. Durante la comida los invitados conversan evitando hablar de política o de otros temas que puedan generar polémica, hasta que el Maestro del té los invita a salir al jardín.
Cuando los llaman con un gong, que suena de 5 a 7 veces, los invitados entran de nuevo en la casa del té y se sientan en el suelo alrededor de una mesa baja. Comienza el ritual del té Matcha. Se sirven dos cucharadas (Chasaku) de té por invitado en un solo cuenco (se puede también preparar de manera individual). El té se mezcla con agua a 90ºC utilizando un cuenco grande (Chawan) y un batidor de bambú (Chasen). El invitado principal hace una reverencia y toma tres sorbos, limpia el borde y lo va pasando a todos para que prueben la infusión.
Siempre se hace en silencio. Se realiza una segunda ronda, con té Matcha más suave. El Maestro, en la segunda ronda, rompe el silencio haciendo alguna reflexión y dirigiéndose a los invitados uno por uno. Acabada la segunda ronda, limpia los utensilios y los invitados se retiran y se queda el Maestro solo para meditar”.
Las casas japonesas de té, son pequeños sitios aislados que invitan a sentir la paz y armonía que amerita el momento. Son sencillos y emanan amor y paz. Quienes entran allí, se despojan de lo superfluo. Hacen sentir a los participantes aislados y prestos a recibir las bondades impalpables que son objetos de la misma.
El lugar permite percibir hasta el mínimo sonido, el susurro suave del viento, las hojas cayendo, el cantar de los pájaros, el hervor del agua caliente y el agitador del té.
Quienes han tenido la oportunidad de hacerlo, jamás lo olvidarán; y algunos, guardarán por siempre en la memoria esos recuerdos, como impresos en sus espaldas.
Particularmente, admiro la cultura japonesa. Si fuera un “anteojito japonés”, una linda ave de Asia, color verde oliva y amarillo, me posaría en un árbol de cerezo a admirar tan grandiosa cultura.