El enviado de la ONU para Siria, Geir Pedersen, se sumó el viernes a los llamamientos para mantener abierto el único paso fronterizo por el que llega la ayuda humanitaria a la región insurgente de Idlib, una medida a la que se opone Moscú.
Además de ser el único punto por el que la ayuda puede llegar a unos tres millones de personas, el destino del paso fronterizo se considera una prueba de la nueva relación entre Rusia y Estados Unidos bajo el liderazgo del presidente Joe Biden.
Su cierre está previsto para el 10 de julio, y para mantenerlo abierto será necesario un voto de la ONU.
Pero Rusia, aliada del presidente sirio Bashar al Asad y que ha dejado clara su oposición a la medida que, según dice, amenaza la soberanía siria, puede utilizar su poder de veto en el Consejo de Seguridad de la ONU para bloquearla.
“Los civiles de todo el país necesitan desesperadamente asistencia para salvar vidas y ayuda para crear resiliencia. Es absolutamente vital mantener y ampliar el acceso, incluidas las operaciones transfronterizas”, dijo Pedersen al Consejo de Seguridad.
“Una respuesta transfronteriza a gran escala es esencial durante 12 meses más para salvar vidas”, dijo.
La autorización está en vigor desde 2014.
Pero el año pasado Moscú, haciendo uso de su veto en repetidas ocasiones, aplicó una drástica reducción en el número de puntos de cruce, de cuatro al que se mantiene, en Bab al Hawa, en la frontera turca.
Los diplomáticos dicen que Irlanda y Noruega, miembros no permanentes del Consejo de Seguridad, pedirán en un proyecto de resolución que se mantenga abierto Bab al Hawa durante un año y que se reabra un segundo punto de paso, Al Yarubiyah, que permite que los suministros lleguen al noreste de Siria desde Irak.
Estados Unidos, Francia y Reino Unido podrían exigir también la reapertura del paso fronterizo de Bab al Salam, en el noroeste, que fue uno de los que se cerraron el año pasado, según han dicho los diplomáticos.