El cardenal hondureño se despidió como arzobispo de Tegucigalpa en la Misa Crismal

El cardenal hondureño se despidió como arzobispo de Tegucigalpa en la Misa Crismal
El cardenal hondureño Óscar Andrés Rodríguez da una misa en Tegucigalpa (Honduras), en una fotografía de archivo. Foto, EFE/Gustavo Amador.

Después de 29 años al frente del Arzobispado de Tegucigalpa y próximo a cumplir 80 años, el cardenal Rodríguez agradeció a los sacerdotes por “su ministerio sacerdotal” y aseguró que esta “es una vida, no un trabajo según la mentalidad del mundo”.

El cardenal de Honduras, Óscar Andrés Rodríguez, se despidió este jueves de su cargo como Arzobispo de Tegucigalpa durante la Misa Crismal del Jueves Santo, en la que pidió a los sacerdotes que no se cansen de hacer el bien y les agradeció por el amor a la Iglesia.

“En este momento, teniendo presente que en la Divina Providencia es la última Misa Crismal que presido como Arzobispo de Tegucigalpa, yo quiero pedirles perdón (a los sacerdotes) si por mis límites no he sabido responder a lo que tienen derecho a esperar de su obispo”, subrayó el religioso.

Tras dos años de limitaciones por la pandemia, Rodríguez celebró hoy en la basílica menor de Suyapa, en el extremo oriente de Tegucigalpa, una misa que rememora el día de la institución del sacerdocio y por ello su homilía, como en anteriores Jueves Santos, estuvo dedicada también a los consejos para los sacerdotes, a la que asistieron además cientos de fieles católicos.

Después de 29 años al frente del Arzobispado de Tegucigalpa y próximo a cumplir 80 años, el cardenal Rodríguez agradeció a los sacerdotes por “su ministerio sacerdotal” y aseguró que esta “es una vida, no un trabajo según la mentalidad del mundo”.

Nacido el 29 de diciembre de 1942 en Tegucigalpa, la capital de Honduras, Rodríguez fue ordenado sacerdote en Guatemala en 1970 y ese mismo año fue designado asistente del arzobispo de Tegucigalpa.

En 1981 fue nombrado al frente de la Diócesis de Santa Rosa de Copán, cargo en el que estuvo hasta 1984, y en 1993 fue designado como arzobispo de Tegucigalpa.

Rodríguez agradeció a todos los sacerdotes que “acumulan años y años gastados sin calendario laboral y tienen viva la llama ardiente de la ilusión y su amor por su ministerio”.

La vida del sacerdocio es “de desgaste, muchas veces en soledad, de incomprensión, de debilidades, errores y a veces callejones sin salida. Una vida que es probada muchas veces por la enfermedad que disminuye y envejece. Pero una vida que no cambia la entrega, de traición al amor que se afana por Dios y por los hermanos”, señaló.

 

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