Requerimos buscar fórmulas inteligentes para reducir el costo de la vida. Hay que estimular al productor para aumentar la oferta, acabar con las prácticas monopolísticas y construir una sociedad verdaderamente libre.
En el último mes, el país se vio estremecido por una serie de protestas que se asientan en reclamos legítimos y que demuestran falencias históricas del Estado panameño.
La corrupción, la transparencia limitada y la ausencia persistente de la aplicación de la austeridad en la gestión estatal, entre otras cosas, cimentan el enojo ciudadano.
Todas estas circunstancias, sumadas a factores exógenos que estremecen la economía, han producido una tormenta perfecta.
El Consejo Nacional de la Empresa Privada (CoNEP), reitera que la protesta cívica es una expresión de la democracia. Los gobernantes, deben valorar la percepción ciudadana y así mismo, entender y actuar responsablemente con el objetivo de ofrecer soluciones racionales.
Los ciudadanos debemos ejercer nuestros derechos pensando en la estabilidad de la nación y en el derecho de los terceros, que de ninguna manera deben verse afectados. Las recientes protestas, se llevaron a un extremo injustificado que lamentablemente afectó la educación, puso en entredicho el abastecimiento alimentario del país y lesionó gravemente la vida en sociedad. El cierre de vías no es una práctica democrática.
En el afán por construir una mesa única de diálogo, se promovió una práctica inexplicable: excluir a los sectores que van a ser afectados por los acuerdos y, además, darle una plataforma a sectores políticamente minoritarios para que atacaran impunemente al sistema de libre empresa, el cual es el único que permite el desarrollo y el progreso.
Promover el concepto de la regulación de precios es un grave error que sin lugar a duda afectará a los panameños. Este sistema ha fracasado en los países donde se ha instaurado. Venezuela, Argentina y Nicaragua, son ejemplos deleznables de economías decadentes, donde la inflación y la carestía imperan.
Los acuerdos que se han revelado en el llamado diálogo de Penonomé, pondrán en peligro permanente el sistema productivo y a la postre provocará escasez y destrucción de puestos de trabajo.
Requerimos buscar fórmulas inteligentes para reducir el costo de la vida. Hay que estimular al productor para aumentar la oferta, acabar con las prácticas monopolísticas y construir una sociedad verdaderamente libre.
El Estado debe dar pasos concretos que definan que la austeridad es real, que no existen gastos innecesarios y que las malas prácticas en la gestión pública, no tendrían cabida. Los presupuestos deben ser abiertos para que sepamos con claridad el destino de los dineros de todos.
El Consejo Nacional de la Empresa Privada apuesta por el futuro. Nos comprometemos con eso, para tener un Panamá digno.