La alta demanda energética del megalodón se habría satisfecho alimentándose de la grasa rica en calorías de las ballenas, en la que se han encontrado previamente marcas de mordeduras de megalodón en el registro fósil.
El megalodón, el tiburón más grande que ha existido. Es famoso por sus dientes del tamaño de una mano humana. Sin embargo, hay poca evidencia fósil de todo su cuerpo. Investigadores internacionales en colaboración con la Universidad de Zúrich UZH utilizaron un espécimen excepcionalmente preservado para crear un modelo en 3D de su cuerpo completo. Sus resultados sugieren que el megalodón podría consumir presas enteras del tamaño de las orcas actuales y luego vagar por los mares sin más alimento durante dos meses.
El megalodón (Otodus megalodon) reconstruido medía 16 metros de largo y pesaba más de 61 toneladas. Se estimó que podía nadar a alrededor de 1.4 metros por segundo, requerir más de 98,000 kilo calorías diarias y tener un volumen estomacal de casi 10,000 litros. Estos resultados sugieren que el megalodón podía viajar largas distancias y era capaz de comerse presas enteras de hasta 8 metros de largo. Este es el tamaño de las orcas modernas, el principal depredador oceánico de la actualidad. Tal capacidad de comer depredadores de semejante tamaño coloca al megalodón en un nivel trófico más alto que los depredadores que están en el tope de la cadena alimenticia moderna.
Una columna vertebral bien preservada permite la reconstrucción
Estos son los resultados de un estudio internacional realizado en colaboración entre la Universidad de Zúrich, la Universidad de Swansea, y STRI, entre otras. La investigación solo fue posible gracias al modelado 3D de un espécimen de megalodón (Otodus megalodon) que se descubrió en la década de 1860. Contra todo pronóstico, una parte considerable de su columna vertebral quedó en el registro fósil después de que la criatura muriera en los océanos del Mioceno de Bélgica a la edad de 46 años, hace unos 18 millones de años.
“Los dientes de tiburón son fósiles comunes debido a su composición dura que les permite preservarse bien”, comentó el autor principal Jack Cooper, estudiante de doctorado en la Universidad de Swansea. “Sin embargo, sus esqueletos están hechos de cartílago, por lo que rara vez se fosilizan. La columna vertebral del megalodón del Real Instituto Belga de Ciencias Naturales es, por lo tanto, un fósil único en su tipo”.
De una sola vértebra a la masa de todo el cuerpo
El equipo de investigación, que incluye investigadores de Suiza, Reino Unido, EE. UU., Australia y Sudáfrica, primero midió y escaneó cada vértebra antes de reconstruir toda la columna. Luego adjuntaron la columna a un scans 3D de una dentadura de un megalodón de los Estados Unidos. Completaron el modelo agregando “carne” alrededor del esqueleto utilizando un scan en 3D del cuerpo de un gran tiburón blanco de Sur África.
“La masa corporal es uno de los rasgos más importantes de cualquier animal. Para los que están ya extintos, podemos estimar la masa corporal con métodos modernos de modelado digital en 3D y luego establecer la relación entre la masa y otras propiedades biológicas, como la velocidad y el uso de energía”, comentó el coautor John Hutchinson, profesor del Colegio Real de Veterinaria en el Reino Unido.
Un súper depredador transoceánico
La alta demanda energética del megalodón se habría satisfecho alimentándose de la grasa rica en calorías de las ballenas, en la que se han encontrado previamente marcas de mordeduras de megalodón en el registro fósil. Un modelo óptimo de alimentación de posibles encuentros con presas descubrió que comer una sola ballena de 8 metros podría haber permitido al tiburón nadar miles de millas a través de los océanos sin volver a comer durante dos meses.
“Estos resultados sugieren que este tiburón gigante era un superdepredador transoceánico”, comentó Catalina Pimiento, profesora de la Universidad de Zúrich, investigadora asociada en el Instituto Smithsonian de Investigaciones Tropicales (STRI) y autora principal del estudio. “La extinción de este icónico tiburón gigante probablemente afectó el transporte global de nutrientes y liberó a los grandes cetáceos de una fuerte presión depredadora”.
El modelo completo ahora se puede utilizar como base para futuras reconstrucciones e investigaciones adicionales. Las nuevas inferencias biológicas extraídas de este estudio representan un salto en nuestro conocimiento de este superdepredador singular y ayudan a comprender mejor la función ecológica que desempeñan las especies de megafauna en los ecosistemas marinos y las consecuencias a gran escala de su extinción.