En el cuadro el pintor se representa como una persona célebre, con un atuendo del siglo XVI: una túnica de tela dorada brillante y toques orientales que él mismo agregó a sus prendas, pero no lleva sombrero o gorra, ni agarra paleta de pintor.
Un autorretrato de Rembrandt de 1658 y “El soldado y la chica que ríe”, de Johannes Vermeer, son dos de las diez obras maestras que han viajado desde la Quinta Avenida de Nueva York hasta el Mauritshuis de La Haya por primera vez en más de un siglo, para una exposición que culmina la celebración del bicentenario del museo neerlandés.
Son una decena de cuadros que se marcharon de Europa “en o antes de 1919”, señaló a Efe el conservador del Mauritshuis, Quentin Buvelot. La pieza reina es el aclamado Autorretrato de Rembrandt, una pintura que es visiblemente de una calidad excepcional y es uno de los cuadros más impresionantes del maestro neerlandés del barroco, a ojos de los expertos.
“Rembrandt se presenta a sí mismo casi como un rey. Es más grande que un autorretrato en tamaño real. Me encanta. Es también muy conocido, y la última vez que se vio en Europa fue en el siglo XIX, en 1899, en una exposición en la Royal Academy de Londres. No creo que nadie con vida haya visto esa exhibición”, dice Buvelot.
La pieza abandonó Países Bajos, la tierra natal de Rembrandt, hace más de dos siglos.
Es uno de los más de 40 autorretratos que Rembrandt hizo durante su carrera: es una obra de 134 x 104 centímetros, que pintó con 52 años, una época difícil puesto que se había declarado en bancarrota un par de años antes y se vio obligado a vender su propia colección y el mobiliario de su casa, mudándose a otra.
En el cuadro el pintor se representa como una persona célebre, con un atuendo del siglo XVI: una túnica de tela dorada brillante y toques orientales que él mismo agregó a sus prendas, pero no lleva sombrero o gorra, ni agarra paleta de pintor. Rembrandt se muestra con un rostro curioso, ropa lujosa y un bastón en la mano.
Las piezas vienen del museo de arte de Manhattan que expone la colección del magnate del carbón y acero Henry Clay Frick (1849-1919), una pinacoteca situada en lo que era su casa, en la Quinta Avenida, con vistas a Central Park, pero que ahora se está renovando. En 1935, después de la muerte de su viuda, el edificio se convirtió en un museo.
La exposición en el Mauritshuis lleva el nombre de “Los Maestros de Manhattan” y estará abierta hasta el 15 de enero.
Según las interpretaciones del testamento de Frick, estas piezas no deberían exhibirse en otro museo, pero la Colección Frick ha hecho una excepción permitiendo que vayan a Europa durante la renovación del edificio porque las piezas tienen que salir igualmente del museo hasta que terminen las obras.
“Henry Clay Frick era un famoso empresario, tenía los medios para comprar pinturas importantes de viejos maestros y fueron todas adquiridas en torno a 1900, así que, cuando él murió en 1919, dejó estos cuadros al público. Pero, aunque hasta 1935 no se convirtió en un museo, estos cuadros nunca salieron del edificio desde esa época”, agrega Buvelot.
La mayor parte de la Colección Frick se ha trasladado temporalmente al edificio Frick Madison, que está al final de la calle de su hogar habitual.
“Tenemos mucha suerte de haber podido seleccionar varias pinturas de la Colección Frick y estos son cuadros que son ampliamente conocidos y admirados, pero que solo los ha visto gente que ha visitado Nueva York. Además, son cuadros neerlandeses”, explica.
Nueve de las piezas elegidas no se han mostrado en Europa desde que fueran enviados a Estados Unidos hace más de un siglo, entre las que está “El soldado y la chica que ríe” (1657), de Johannes Vermeer; y “Retrato de un hombre” (1660), de Fran Hals.
Para Buvelot, este préstamo “es una especie de regalo de cumpleaños” porque la pinacoteca neerlandesa cumple dos siglos de vida y, además, al igual que la Colección Frick, el Mauritshuis también se construyó en lo que originalmente era una propiedad residencial, la casa de Johan Maurits, gobernador del Brasil neerlandés del siglo XVII, una figura polémica por su papel vital para el comercio transatlántico de esclavos.