“¡No aguanto más!”, se repetía mentalmente Diana Pino Villaroel, durante un duro confinamiento en Chile allá por 2020, al ocuparse de su trabajo y hogar al mismo tiempo. Una mujer que como muchas en Latinoamérica padeció “burnout”, más conocido como agotamiento extremo.
El síndrome de “burnout” cada vez está afectando a más mujeres, en especial a aquellas que se dedican a trabajar desde la casa o en la oficina, a la crianza de los hijos y a las distintas labores de cuidado a las que se enfrentan cada día.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) el “burnout” se ha manifestado como el síndrome del trabajador quemado, pero en las mujeres esto llega a un desgate emocional. Un síndrome que figurará en la próxima Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE-11) relacionado con estrés crónico, desgaste físico, despersonalización de las tareas, bajo rendimiento y cuadros de depresión y ansiedad.
Durante la pandemia se incrementaron las tareas que realizaba la mujer; cifras de ONU MUJERES señalan que, a nivel mundial, antes de la covid-19 ya hacían al menos dos veces y media más tareas domésticas y de cuidados no remunerados que los hombres.
El informe Women in the Workplace 2021 (Mujeres en el lugar de trabajo 2021), de la firma Mckinsey&Company, muestra que el 42 % a nivel mundial padece agotamiento frente al 35 % de los hombres. En el 2020, el 32 % de las mujeres se sintieron en estado de “burnout”, en comparación con el 28% de los hombres. En el 2021 la diferencia creció a 7 puntos porcentuales.
TRABAJAR Y SER MAMÁ AL MISMO TIEMPO
“Fue acostarme una noche a dormir y sentía mucho dolor de cabeza y tensión en el ojo izquierdo. Cuando me desperté al día siguiente mi ojo estaba totalmente rojo e inflamado, se me había estallado una venita”, recuerda Diana.
Para ella al principio era una maravilla poder tener a sus hijos y a su marido en casa todo el tiempo, pero luego todo se multiplicó y empezó a requerir más atención, lo que se mezcló con el trabajo y fue aumentando la saturación.
“Me daban ganas de llorar ante cualquier crítica”, comenta esta chilena que teletrabaja para una compañía española de 2:00 a.m. a 10:00 a.m., es ama de casa y cría dos niños (uno de 7 años y el mayor de 16 con un nivel medio de discapacidad mental). Llegó al límite cuando su ojo izquierdo le advertía de un derrame.
“Todos los días dormía muy poco y al estar pendiente de los niños, que se conectaran a clase, la comida y demás me ponía muy ansiosa. Cuando me desperté con el ojo rojo fuimos a urgencias y el médico me dijo que mi sistema nervioso había colapsado”, cuenta.
NO SON “SUPERMUJERES”, NECESITAN APOYO
En América Latina un 76 % de la población padece el síndrome de “burnout”. En un estudio de la OCDE “¿Cómo va la vida en América Latina?” de 2021, México es el primer país del mundo en “burnout” laboral con un 75 % en donde 8 de cada 10 mujeres lo padecen superando a países como China (73 %) y Estados Unidos (59 %).
La Unesco resalta la necesidad de visibilizar los problemas que atraviesan las mujeres, el apoyo de las instituciones y seguir insistiendo en que se repartan las tareas del hogar con los hombres.
“La carga adicional de trabajo doméstico, de cuidado a niños y otros miembros de la familia no ha cambiado, preocupa muchísimo la salud mental”, explicó Mary Guinn Delaney, asesora regional del organismo para América Latina y el Caribe.
Además la incertidumbre económica también afecta su bienestar pues las presiones vienen a nivel social, laboral y familiar al querer que sean “supermujeres”, como asegura Delaney, y “no podemos seguir exigiéndonos más si no tenemos un sistema equitativo en la casa que apoye a la mujer”.
El psicólogo clínico Pedro Pablo Ochoa señala que se debe “cambiar el rol de que el hombre solo trabaja, para que las mujeres puedan acceder a otros espacios”. Además de que se estigmatiza aún más el papel de la mujer cuando se sienten mal anímicamente: “vivimos en un medio que nos demanda todo el tiempo que tenemos que estar bien y no siempre podemos estar bien”.
DE UN “BURNOUT” A AMA DE CASA CON TACONES
Ana Lucía Pinzón, una colombiana madre de mellizas, sufrió este síndrome cuando la crianza, trabajar en la casa y el temor ante la covid-19 le generaron cuadros de ansiedad.
“En ese momento yo asumí el papel de mamá y niñera de dos niñas de meses, cuando empiezas a vivir todos los días la misma rutina y sumado a la pandemia sentí que se me desconectó la cabeza del corazón y del cuerpo”, dice esta mujer que decidió dejar su carrera de publicidad y mercadeo para dedicarse a la crianza y el hogar, mientras su marido siguió ejerciendo de médico.
“Se me olvidó ser mujer, esposa, amiga y todo se redujo a ser una cuidadora, lo que me obligó a buscar ayuda”, cuenta.
Su rol le llevó a entender que cuidar del hogar no debe ser algo discriminatorio porque “la gente cree somos unas mantenidas, que no hacemos nada y nadie sabe el trabajo que hay en un hogar”, señala Ana Lucía, quien armó un proyecto en Instagram con el que quiere empoderar a las amas de casa: “@amadecasaentacones”
Para ella, el hecho de que los hombres participen pasa por la educación: “Eso mismo hice con mi esposo, mostrarle cómo funciona. Es aprender a involucrarlos, hay que hablarlo y es necesario”.
MODELOS PARA UN CAMBIO
Según ONU MUJERES en su portal de Hechos y Cifras el desbalance de tareas no remuneradas sumado a un contexto económico adverso explica por qué muchas mujeres han regresado al mercado laboral bajo esquemas más flexibles o permanecen en sus empleos, pero con un desgaste emocional mayor, que las lleva a padecer “burnout” o a la tendencia de la renuncia silenciosa.
“Si no abordamos las diversas causas estructurales de esta sobreexigencia seguiremos viendo mujeres con problemas de depresión y demás causas. ¿Cómo prevenirlo? Es un proyecto de largo aliento que empieza por cambiar esas normas de género que van reproduciendo este modelo para construir hogares más equitativos”, explica Delaney.