Ya es hora de que se acabe el empirismo en el periodismo, el cual, supuestamente, había quedado erradicado con la Ley 67. Si se continúa con esta práctica, la existencia de los estudios universitarios de periodismo no pasarán de ser una simple quimera.
Los periodistas panameños han anhelado, desde hace muchos años, que se les considere profesionales imprescindibles en el desarrollo de la sociedad istmeña y que se les respete en su integridad física, intelectual y económica.
En tal sentido, el gremio del Colegio Nacional de Periodistas (CONAPE) ha elevado su voz con el propósito de que se discuta y se apruebe un anteproyecto de ley que les dé autenticidad a las aspiraciones por las que desde hace años luchan como profesionales. Intentan que en Panamá se reconozca la profesión, porque hay otras profesiones que tienen leyes y el periodismo no, de acuerdo con Gricelda Melo, presidenta de CONAPE.
Por el momento, se realizan consultas con los dirigentes de otros gremios periodísticos, profesores, estudiantes y otros sectores para que analicen el documento y den sus opiniones sobre posibles modificaciones. Después se presentará ante la Asamblea Nacional.
Pero el camino para alcanzar este fin está lleno de obstáculos, entre ellos, los sempiternos enemigos de los periodistas y de los estudios académicos en las universidades del país. Estos detractores durante años han boicoteado todos los intentos de los periodistas por lograr una legislación que les permita tener una vida cónsona con la de todo profesional de Panamá.
Sin embargo, también dede tenerse en cuenta el fuego amigo, porque hay muchos de los que ejercen la profesión del periodismo sin la preparación académica necesaria y a quienes no les conviene que se legisle sobre los requisitos necesarios para pertenecer a ella. Estos siempre están en desacuerdo con todas las gestiones que se realicen por el bienestar del periodismo profesional en Panamá.
El último intento que se realizó para tratar de aprobar un proyecto de ley al respecto tuvo lugar hace 17 años cuando el ministro de Gobierno y Justicia de aquel tiempo, Héctor Alemán, sustentó ante la Asamblea Nacional una iniciativa para garantizar el ejercicio de esta profesión en Panamá. En esa ocasión, el funcionario solicitó el concurso de todas las Facultades de Comunicación de las universidades del país y de los periodistas para que mejoraran el proyecto de ley en beneficio de ellos mismos y de su papel en la sociedad panameña.
Al parecer, el proyecto no obtuvo la aceptación necesaria para convertirse en proyecto de ley.
El periodismo académico nació en el siglo XIX gracias a personajes como Joseph Pulitzer, quien en 1892 ofreció a la Universidad de Columbia, de Nueva York, financiar la primera escuela de esta profesión del mundo. Pero la institución rechazó la idea, que se concretó en 1912, después de la muerte de Pulitzer, con la creación de la Columbia University Graduate School of Journalism, que sería una de las más prestigiosas del mundo, aunque ya no la primera, por haberse creado antes la de la Universidad de Misuri.
Siguiendo las ideas de Pulitzer, en Panamá también, al igual que otros países del mundo que creen en la preparación académica de los periodistas, se instituyó la Escuela de Periodismo y después la Facultades de Comunicación Social en casi todas las universidades, de las cuales se ha graduado la mayoría de los profesionales que ejercen hoy en los medios de comunicación social y en otras instituciones de Panamá.
Los periodistas panameños tienen derechos y deberes. Además deben defender los derechos de los trabajadores de los medios de comunicación social; sin embargo, últimamente se han estado mencionando conflictos laborales en los cuales no se mencionan como mediadores a ninguno de los gremios periodísticos.
El periodista también debe respetar los principios profesionales universales, entre ellos el respeto por la libertad, los derechos humanos, la democracia, la vida, el ambiente y todo lo que signifique vivir en una sociedad libre de perjuicios. Y todo este conocimiento lo adquirirá mediante los estudios universitarios, ya que se acabó el tiempo del empirismo.
Esta es otra oportunidad que tienen los periodistas y el sector académico para que expongan sus puntos de vista y luchen por una verdadera ley que garantice el ejercicio del periodismo y también deberán exigir, de una vez por todas, respeto para los que han escogido el periodismo como profesión y modo de vida.
Para la práctica del periodismo, como de cualquier otra profesión en los Estados modernos, se deben exigir requisitos mínimos que aseguren no solo el respeto hacia el prójimo, sino que garanticen la convivencia pacífica y una verdadera difusión de la cultura nacional, en la cual se incluye el amor hacia la lengua materna, que en los últimos tiempos ha sufrido embates inimaginables.
María Elena Gronemeyer F., profesora de la Escuela de Periodism de la Pontificia Universidad Católica de Chile, señala que el periodismo es una vocación, un llamado y compromiso de resguardar y potenciar especialmente unos determinados valores en la comunidad humana, como son la verdad, la libertad y la justicia, y su correcto ejercicio constituye una participación activa en el plan de salvación y tiene, por ende, un sustento teológico claro.
Afirma que la actividad periodística, como una propuesta humanista y cristiana, se centra en el hombre y en la comunidad y busca contribuir a dignificar a ambos. Esta vocación de servicio a la persona y de servicio público se orienta en principios éticos de la profesión que tienen sus raíces en nuestra cultura occidental y cristiana, razón por la cual el aporte de la teología a un correcto ejercicio del periodismo puede ser fundamental.
Agrega que no es posible realizar en plenitud esta vocación periodística, que es una vocación de amor y de entrega, sin una vinculación profunda con el Dios Trino y sin la permanente conciencia de que se trata de una invitación a encarnar en la profesión las perfecciones de Jesucristo.
El periodismo es una profesión que entraña mucha responsabilidad social y por eso las sociedades destinan ingentes sumas de dinero en la preparación de quienes la profesan. Entonces, es imperativo que se garanticen los puestos de trabajo para quienes han invertido dinero, tiempo y esfuerzo en estudiar una disciplina que les asegure un futuro promisorio.
Los periodistas no deben quedar desamparados: necesitan una ley que proteja su profesión y que evite la intromisión de personas ajenas a la disciplina, las cuales ven en ella un trampolín para alcanzar otras metas. Favorecer en este sentido al periodista panameño no atenta contra la libertad de expresión ni es solo una manera de asegurarle un salario. Todo ser humano tiene derecho al trabajo, sobre todo si se ha procurado una formación profesional. Ya es hora de que se acabe el empirismo en el periodismo, el cual, supuestamente, había quedado erradicado con la Ley 67. Si se continúa con esta práctica, la existencia de los estudios universitarios de periodismo no pasarán de ser una simple quimera.