Esta temporada también se produjo uno de los casos más emblemáticos. En octubre, Ivan Toney, delantero del Brentford, compartió en sus redes sociales algunos insultos que había recibido después de ganar al Brighton.
“El racismo abunda en las redes sociales, pero los incidentes racistas en los estadios son extremadamente raros”, aseveró esta semana un editorial en el prestigioso diario The Times, que aprovechó el caso Vinícius para pedir que se retirara la candidatura de España para el Mundial de 2030: “Es impensable que España albergue un torneo así si no hace nada contra el racismo”.
Inglaterra, ese país cuya población votó en un 55 % huir de la Unión Europea y cuyas políticas inmigratorias por parte del partido conservador son objeto de críticas cada semana, una vez más desoyó los consejos de Gareth Southgate, que antes del Mundial de Rusia fue preguntado sobre si le preocupaba el racismo en este país.
“Antes de criticar al resto, deberíamos resolver nuestros propios problemas con el racismo”, aseguró el técnico inglés, que unos meses después vio cómo Raheem Sterling, por entonces jugador del Manchester City, era objeto de insultos racistas en Stamford Bridge.
Fue un caso importante, porque sirvió para mostrar eso en lo que sí destaca Inglaterra respecto a España, en la actuación. Una persona fue suspendida de por vida sin poder ir a Stamford Bridge y cinco más recibieron prohibiciones de entre uno y dos años por los insultos a Sterling. Pero que exista este poder penal no implica que la liga no tenga problemas y es fácil demostrar que “los incidentes racistas en los estadios son extremadamente raros”, como exclama The Times, es falso.
En estos últimos meses, Heung-min Son, jugador surcoreano del Tottenham Hotspur, recibió insultos racistas en Selhurst Park, campo del Crystal Palace, y en Stamford Bridge. El Arsenal, en el derbi del norte de Londres, investigó a dos aficiones por presuntos insultos antisemitas al Tottenham, que tiene una importante comunidad judía en su afición.
Según datos proporcionados por el propio Arsenal, han suspendido a 31 personas desde el inicio de la temporada 2021 por incidentes relacionados con el racismo.
Esta temporada también se produjo uno de los casos más emblemáticos. En octubre, Ivan Toney, delantero del Brentford, compartió en sus redes sociales algunos insultos que había recibido después de ganar al Brighton. Un hombre de 24 años, fue acusado de delito de odio y recibió una pena de cuatro meses de cárcel, suspendida siempre y cuando no reincida, y se convirtió en la primera persona en recibir la prohibición de entrar a cualquier estadio de Inglaterra.
La policía describió esta pena como “un momento histórico” y sirve para mostrar lo que ha mejorado el país en temas penales, que no sociales, desde aquel 2018 en el que Sterling tuvo que aguantar a unos energúmenos en Stamford Bridge.
Otro momento importante fue la final de la Eurocopa en 2021, la que enfrentó a Italia e Inglaterra en Wembley y se decidió en la tanda de penaltis. Jadon Sancho, Marcus Rashford y Bukayo Saka fallaron sus lanzamientos e Inglaterra perdió. Las redes se llenaron de insultos a estos tres jugadores y la policía recabó 600 informes sobre estos incidentes. Once personas fueron detenidas y un hombre fue condenado a catorce semanas en prisión.
Las faltas de respeto van más allá del racismo y esta temporada se ha puesto de moda que las aficiones visitantes se burlen de las víctimas de Hillsborough. Cánticos de “Siempre víctimas, nunca culpables” y “Asesinos”, por parte de la afición del Chelsea y del Manchester City, han sido dirigidos al Liverpool, club que vivió en 1989 una de las mayores catástrofes de la historia del fútbol, con la muerte de 97 personas.
Además, en el Leeds United-Manchester United, los ‘Whites’ se rieron del accidente de avión de Múnich en 1958, donde murieron 23 personas de la expedición del United, y los ‘Diablos Rojos’ respondieron recordando a los dos aficionados del Leeds que fueron apuñalados en una semifinal de la Copa de la UEFA en Estambul.
En algunos aspectos, como el sancionador, Inglaterra va a años luz de España, pero el problema del racismo está tan arraigado en su liga como ocurre en España. Que después de un Mundial en Rusia y otro en Catar, países conocidos por su cuestionable respeto a los derechos humanos, Inglaterra abogue por vetar a España de organizar el torneo es cuanto menos sorprendente.