Muchas tiendas están siguiendo el patrón de abandonar los centros comerciales en el corazón de las ciudades y desplazarse hacia las afueras, con establecimientos más pequeños en barrios residenciales.
“Los centros comerciales están muriendo”, sentencia Joseph, un joven de 32 años que lleva los últimos tres trabajando como dependiente en unos grandes almacenes a las afueras de Washington.
Así resume este vendedor un fenómeno que puede acabar con uno de los pilares de la cultura estadounidense, los centros comerciales.
Su número ha descendido de 2.500 en Estados Unidos en los años 80 a unos 750 en la actualidad y su declive es tan pronunciado que se prevé que dentro de 15 años solo queden 150 en el país, explicó a EFE el presidente de la consultora SiteWorks, Nick Egelanian.
De hecho, Joseph, dependiente en Tysons Corner -uno de los pocos grandes centros comerciales que quedan en la periferia de la capital-, cree que su trabajo “desaparecerá” en unos años, como lo harán estos complejos.
Paseando por el Tysons Corner una mañana de un día entre semana, es fácil ver tiendas sin clientes. Muchos de ellos optan por los restaurantes y puestos de comida en vez de ir de compras, una de las estrategias que los centros comerciales han potenciado para seguir atrayendo visitantes.
“Venimos más a comer que comprar”, dicen Cece y Britney, de aproximadamente 30 años.
Por su parte, Grace, de 61 años, admitió a EFE que le gusta hacer sus compras físicamente y acude a este gran almacén una vez por semana. Sin embargo, cuenta que sus hijos de entre 20 y 30 años ya no la acompañan, puesto que “lo compran todo ‘online”.
A juicio de Egelanian, quien lleva rastreando la evolución de los grandes almacenes en EE.UU. desde hace más de un cuarto de siglo, no hay posibilidad de “alterar el curso” de su desaparición, algo paradójico puesto que “no fueron construidos para morir y son física y legalmente duros de matar”.
Según el analista, incluso el Tysons Corner “probablemente se hará más pequeño con el tiempo”, como ha pasado en otros casos, pero seguirá sobreviviendo.
El llamado “mall” estadounidense lleva décadas siendo uno de los cimientos del desarrollo de la sociedad en el país.
EE.UU. cuenta con la mayor superficie comercial per cápita del mundo: unos 25 pies cuadrados, equivalentes a más de 2 metros cuadrados por persona, frente cifra como la de España y la mayoría de países europeos, que no llega a la mitad de un metro cuadrado, unos 4,5 pies cuadrados. De acuerdo con la revista mexicana Real State Market, en México ese indicador es de apenas 0,11148 metros cuadrados.
“Tenemos más tiendas y los precios más libres que en ningún otro sitio. Hay tantas tiendas de descuento que la estructura de costes de los grandes almacenes ya no tiene sentido”, detalló Egelanian.
Y es que el origen de esta debacle arranca, contra todo pronóstico, con los descuentos. En su forma original de los años sesenta, los centros comerciales no tenían competencia de precios, ya que no se les permitía aplicar descuentos. Fue a raíz del caso “Estados Unidos contra Parke, Davis&Co.” en el Tribunal Supremo que los comerciantes pudieron empezar a recortar precios.
Esto dio lugar a la aparición de más tiendas de descuento y el modelo de los grandes almacenes “quedó bastante obsoleto”, relató Egelanian.
Por ese motivo, a las marcas de lujo “les va bien”, así como a los centros enfocados en los consumidores con menor poder adquisitivo. “El peor lugar donde estar es en el medio y la mayoría de centros comerciales están allí”, señaló el analista.
Ante una posible extinción, el director de la consultoría Global Data, Neil Saunders, apuntó a EFE que, “sin duda habrá más cierres, pero algunos sobrevivirán y seguirán funcionando bien”.
“Los hábitos de compra han cambiado: ahora compramos más por internet y compramos más en nuestra zona”, recordó Saunders, quien, a su vez, opinó que hay “demasiados centros comerciales en EE.UU. en relación con la demanda”.
Solo hay que fijarse en las estrategias de ubicación de los minoristas, algo que ha dado lugar a los “centros comerciales de barrio”, incidió Saunders. Muchas tiendas están siguiendo el patrón de abandonar los centros comerciales en el corazón de las ciudades y desplazarse hacia las afueras, con establecimientos más pequeños en barrios residenciales.
De hecho, está creciendo el número de tiendas de ropa, pero hoy en día se localizan de forma individual en el extrarradio en vez de en el interior de los centros comerciales. En 2022, aunque el sector de la confección cerró 750 tiendas en total, registró el segundo mayor número de aperturas, un total de 1.395, indicó un análisis de Coresight Research. Muchas de ellas se establecían en los suburbios.
Cada vez que abre al lado de casa una tienda de T.J.Maxx, Marshalls -cadenas “outlet” populares en EE.UU.- o un H&M es “otro recorte en los grandes almacenes”, admitió Egelanian.
La cuestión es si los centros comerciales conseguirán “adaptarse a lo que quieren los consumidores”, planteó Saunders. “Al fin y al cabo, la inmensa mayoría de las ventas se realizan en tiendas físicas, así que el gasto está ahí y los centros comerciales solo tienen que ser capaces de captarlo”, concluyó.