El británico se encargó de demostrar, como sucede con muchos de los miembros de la aristocracia del rock, que la edad y Sting van por separado. Durante las casi dos horas de concierto se movió de un lado a otro y sus 71 años no aparecieron.
Con cierta solemnidad y armado con su inseparable bajo, Sting (Inglaterra, 1951) ofreció ayer domingo en Gran Canaria un salto atrás en el tiempo, con un recorrido por los grandes éxitos de su carrera y de la de The Police, y con un público más que dispuesto a meterse en el Delorean que ofrecía el inglés, que salió airoso de su propuesta ante más de 8.000 espectadores.
La velada, la última en España de su gira “My songs”, llegaba tras las paradas en Bilbao y Tenerife y tuvo un invitado especial cuando el sol comenzaba a ponerse en la capital grancanaria, al borde del mar: Joe Sumner, hijo de Sting, sirvió de telonero en la previa del concierto para dejar al público algo más predispuesto para cuando saliese la estrella británica, que de no ser por ese halo que envuelve a las figuras del rock, podría pasar por un turista que pasea por la playa de Las Canteras en temporada alta.
Así, poco después de las diez de la noche, Sting salió decidido a clavar el aguijón al público isleño con un trío de ases imbatible: “Message in a Bottle”, “Englishman in New York” y “Everything Little Thing She Does is Magic”. “Estoy muy feliz de estar en Gran Canaria”, dijo en un tímido español.
El británico se encargó de demostrar, como sucede con muchos de los miembros de la aristocracia del rock, que la edad y Sting van por separado, y durante las casi dos horas de concierto en las que se mueve de un lado a otro -ha renunciado al pie de micro y abrazado el micro de diadema a lo Britney Spears- sus 71 años no aparecen por ningún lado e interpreta los clásicos de The Police y sus éxitos propios sin renunciar a cierta intensidad.
Tras las tres primeras, el espectáculo se acercó a un terreno algo más arenoso y desconocido, en el que sonaron buena parte de las principales canciones de la carrera en solitario del británico, entre las que destacaron “Loving You”, “If I Ever Lose My Faith in You”, “Fields of Gold”, “Shape of My Heart” y “Mad About You”, que al igual que “Desert Rose”, trajo los ecos exóticos de músicas del mundo con los que tanto ha experimentado Sting.
En esta parte, solo una ausencia destacada: “I Hung My Head”, el western hecho canción que Johnny Cash hizo suyo a finales de los 90 y que Sting se ha dejado en el tintero en sus tres conciertos en España, si bien la interpreta a menudo en otras plazas.
Tras una hora cercana a la introspección llegó de nuevo el turno para sacar a relucir los viejos temas de The Police, que siguen funcionando como un reloj. Así, “Walking on the Moon” y, especialmente, “So Lonely”, con un “snippet” de “Everything is Gonna Be Alright de Bob Marley”, volvieron a meter al público en el concierto, con un Sting que se mostraba sabedor de los trucos necesarios -coros facilones y palmas- para inyectar intensidad entre los fans.
En la última parte, Sting se puso serio y llegaron los caballos de batalla por excelencia, como “King of Pain” y, sobre todo, “Roxanne” y “Every Breath You Take”, de largo las más celebradas por el público grancanario.
Y, para terminar, el remanso de paz que es “Fragile”, un recuerdo, y una última picadura, sobre la fragilidad del ser humano y el invencible paso del tiempo. “Continuará lloviendo una y otra vez, como lágrimas de una estrella, como lágrimas de una estrella. Continuará lloviendo una y otra vez, Diciendo cuán frágiles somos, cuán frágiles somos”.