Quince millones de birmanos sufren inseguridad alimentaria y dos millones son desplazados internos; a estos se suman el millón de rohinyás (minoría musulmana birmana) que abandonaron sus hogares hace ya seis años y siguen en su mayor parte exiliados, destacaron los embajadores.
Trece países del Consejo de Seguridad de la ONU, es decir, todos los miembros salvo China y Rusia, condenaron hoy las matanzas de civiles en Birmania, “y en particular el uso de bombardeos” contra la población civil.
El Consejo celebró hoy una sesión a puerta cerrada dedicada a Birmania, y a la salida los trece embajadores comparecieron juntos ante la prensa para recordar que, dos años y medio después del golpe de estado en el país y el ascenso de una junta militar, “una implacable violencia” ha sacudido al país en los últimos meses.
Quince millones de birmanos sufren inseguridad alimentaria y dos millones son desplazados internos; a estos se suman el millón de rohinyás (minoría musulmana birmana) que abandonaron sus hogares hace ya seis años y siguen en su mayor parte exiliados, destacaron los embajadores.
Pidieron a la junta militar que restaure los derechos civiles de los rohinyás, que libere a los presos políticos, que respete los derechos humanos y permita que regrese el imperio de la ley y la democracia al país, para lo que prometieron utilizar “todas las herramientas en poder del Consejo”, algo muy vago dado el poder de veto de las dos potencias (Rusia y China) que se negaron a firmar el llamamiento.
Tras el comunicado de los embajadores tomó la palabra su colega birmano -enfrentado con la junta militar y que ha mantenido su puesto en la ONU pese a ella-, Kyaw Moe Tun, quien pidió al Consejo que actúe con una resolución vinculante para parar la violencia en su país.
El diplomático cifró en 4.000 el número de civiles asesinados por la junta militar, de los que según sus cálculos 1.300 lo han sido solo en lo que va de año, y especificó que el gobierno golpista usa “aviones de combate y helicópteros” para bombardear a los civiles.
Pidió además a los países que dejen de suministrar armas a los militares en el poder para impedirles así ejercer la represión contra el pueblo, en aparente alusión a China y Rusia como suministradores, aunque al ser preguntado por cuáles eran los proveedores de armas, no quiso dar nombres.
Moe Tun subrayó que el actual gobierno militar “es incapaz de ganar la guerra contra su pueblo, como es incapaz de manejar la economía o de aportar estabilidad al país”, y recalcó que Birmania “no vive una guerra civil, sino una revolución contra una junta despótica”.