La agenda verde y digital quedó inevitablemente supeditada a la recuperación económica de un continente lastrado por los confinamientos.
La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, afina durante estos días su discurso final del Estado de la Unión Europea en esta legislatura; aunque no se esperan grandes anuncios, sí se confía en que la alemana repase los hitos de su Ejecutivo en estos cuatro años y siente las bases de los meses finales del mandato.
Desde principios de este mes, Von der Leyen se ha visto ya con los embajadores de los Estados miembros ante la Unión Europea y con los líderes de los grupos políticos en el Parlamento Europeo para tantear el ánimo en las instituciones que dan forma a la legislación comunitaria.
El discurso del Estado de la Unión, que pronunciará en Estrasburgo el próximo miércoles 13 a partir de las nueve de la mañana, es el momento clave en el año europeo para hacer públicos los planes a futuro. No obstante, en la última comparecencia de este tipo de este ciclo político será inevitable que Von der Leyen eche la vista atrás y reivindique sus logros en unos años muy agitados.
Su legislatura ha tenido escasos momentos de calma desde que apenas unos meses después de asumir el cargo llegara a Europa el coronavirus; la pandemia puso a su Ejecutivo en estado de emergencia y obligó a repensar la forma de afrontar las prioridades de la legislatura.
La agenda verde y digital quedó inevitablemente supeditada a la recuperación económica de un continente lastrado por los confinamientos.
De esa crisis surgió la ruptura del tabú de la deuda conjunta y la creación de un fondo de recuperación de 750.000 millones de euros para transformar las economías comunitarias impulsando precisamente esas dos transformaciones digital y verde.
Tras el invierno de 2021 y cuando la lucha contra el coronavirus parecía estar llegando a su fin, la invasión rusa de Ucrania volvió a poner patas arriba la agenda europea, si bien logró poner de acuerdo en tiempo récord a los Estados miembros en cuestiones complejas como las sanciones contra Moscú o el envío de ayuda macroeconómica y militar a Ucrania.
La guerra también impulsó una mayor independencia de las fuentes de energía rusas y la activación de una directiva para facilitar la acogida de los refugiados ucranianos que ni siquiera se había usado durante el gran éxodo por la guerra en Siria siete años atrás.
De cara a los meses restantes de mandato, la Comisión Europea tiene aún que presentar ‘dossieres’ esperados, como el informe de ampliación en el que se evaluarán los avances de los países candidatos a la adhesión a la Unión Europea, incluyendo a Ucrania, o los objetivos de descarbonización del continente de aquí a 2040.
Además, su papel será clave para que lleguen a buen puerto iniciativas que ya se están negociando como la regulación europea de la Inteligencia Artificial, la reforma de las reglas fiscales comunitarias, los flecos finales de la legislación para que la UE sea climáticamente neutra en 2050 o el pacto de migración y asilo.
Todos estos temas, pasados y futuros, tienen papeletas para llevarse unos minutos del discurso del Estado de la Unión Europea, que habitualmente dura algo más de una hora en el hemiciclo del Parlamento Europeo en Estrasburgo.
Los grandes grupos del Parlamento Europeo ya han señalado cuáles deben ser, a su juicio, las prioridades de la alemana: su propia familia popular le pide que ponga el foco en “lidiar con la inflación y retomar el control sobre las fronteras exteriores de la UE”.
Al mismo tiempo, los socialdemócratas le piden “un compromiso real” para consolidar el Pacto Verde Europeo, una reforma de las reglas fiscales “que deje atrás la austeridad y reforzar el pilar social de la UE”, mientras que los liberales le señalan que lo que piden los ciudadanos son “avances en migración y asilo, un futuro más verde y soluciones tangibles para el aumento del coste de la vida”.
Los Verdes hacen hincapié en la legislación para la neutralidad climática, pero también en las políticas sociales o en la defensa del Estado de derecho, al tiempo que los Conservadores y Reformistas subrayan su mantra de la recuperación de la “soberanía nacional” y piden “fronteras más aseguradas”.