La investigadora Belén Franch, remarcó la utilidad de la teledetección para evitar que, ante catástrofes naturales que afectan a los cultivos, los precios de los alimentos suban hasta ser inasumibles, un objetivo que persigue el proyecto GeoGlam. del G20 de seguimiento de los cultivos.
La importancia de la reserva de biodiversidad presente en los suelos agrícolas, el uso de drones o satélites para controlar los campos y el cultivo con cubiertas vegetales para maximizar la disponibilidad de agua y los nutrientes son algunos de los ejes que se presentan como el futuro de la sostenibilidad del sector agroalimentario.
Así se puso de manifiesto durante la segunda jornada del II Encuentro Internacional Renowagro, un congreso celebrado desde el pasado jueves en el Palau de les Arts Reina Sofía de la ciudad española de Valencia (este) sobre la gestión sostenible de los suelos para la producción de recursos renovables.
La jornada del viernes comenzó con la ponencia ‘El suelo como núcleo de una agricultura sostenible y la importancia de su microbioma’, a cargo del investigador del CEBAS-CSIC Carlos García Izquierdo, que destacó que “la investigación es fundamental y sobre todo para el suelo”.
“Hace unos años se veía como algo totalmente estático, que no tenía vida y en parte era culpa de los científicos, que no sabíamos transmitir que el suelo es algo vivo y, como algo vivo, se puede hasta morir”, subrayó García Izquierdo.
Dijo que “un suelo sin vegetación será sometido a procesos de erosión” y resaltó la importancia “fundamental” de la agricultura.
“El suelo ha sido el hermano pobre de los recursos naturales”, lamentó, ya que, según el investigador, se conocen de forma generalizada los criterios de calidad del agua y el aire pero no tanto sobre el suelo, aunque “ahora la cosa está cambiando”, un cambio que considera necesario porque “entre un 25 y un 50 % de la biodiversidad del mundo está en el suelo”.
Cubiertas vegetales: de “locura” a futuro
En la mesa redonda ‘La incidencia de las cubiertas vegetales en la salud y calidad del suelo’, el profesor del departamento de Ingeniería Rural Universidad española de Córdoba, Emilio González Sánchez, que presentó el coloquio, defendió que las cubiertas vegetales vinieron para quedarse por su importancia en la Política Agraria Común europea (PAC), en la protección de la biodiversidad y en la reducción de la huella de carbono.
“El futuro de las cubiertas vegetales pasará por estudiar mejor el crecimiento y la dinámica del agua en el cultivo de cítricos”, afirmó durante el coloquio el investigador especializado en cítricos del departamento de Suelo, Agua y Ciencias del Ecosistema de la Universidad de Florida, Davie Kadyampakeni.
Asimismo, destacó la necesidad de estudiar el impacto de las cubiertas vegetales en la productividad a lo largo del tiempo, además de disponer de “un periodo de tiempo adecuado para valorar las tendencias agroecológicas” cuando se habla de “cubiertas vegetales”.
Por su parte, el doctor del departamento de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente de la Universidad de Messina, en Italia, Aurelio Scavo, explicó su investigación sobre el impacto de las cubiertas vegetales de trébol subterráneo y aseguró que las cosechas bajo cubiertas de este trébol, son capaces de estimular la fijación del nitrógeno en el suelo, lo que aumenta su calidad.
En el coloquio intervino asimismo el director del Instituto del Olivar de Túnez e investigador de la Institución de Investigación en Agricultura y Educación Superior, Kamel Gargouri.
“Parecía una locura cultivar bajo cubierta cuando empezamos, pero vimos que perdíamos el 80% de la materia orgánica del suelo en 60 años con el cultivo tradicional”, manifestó Gargouri, que apuntó que, en años secos, las capas profundas del suelo tienen más agua que la zona de cultivo.
Agregó que el cultivo bajo cubierta vegetal, cuando lo probaron, demostró que esta forma de agricultura permitía al suelo retener mayor cantidad de agua en todas sus capas para poder destinarla al cultivo.
Agricultura sensorizada y bioestimulantes
“Los bioestimulantes nos proporcionan nutrientes que aumentan la biodisponibilidad del terreno”, afirmó el investigador de la Facultad de Ciencias Agrarias, Alimentarias y Ambientales de la Universidad Católica del Sacro Cuore de Italia, Luigi Lucini, que comentó que en su departamento estudian los bioestimulantes a través del uso de ‘big data’.
Los bioestimulantes, expuso, son biomoléculas, sobre todo de origen orgánico, que se extraen de plantas o algas de diferentes especies e influyen directamente en el crecimiento de los cultivos.
El uso de técnicas de gestión de datos masivos permite extraer un “perfil metabolómico” de los cultivos teniendo en cuenta sus características físicas, factores medioambientales y otros condicionantes, además de estudiar los mecanismos moleculares que intervienen en el crecimiento de los cultivos.
También participó en esta jornada la colaboradora científica de la NASA, Belén Franch, investigadora en el Goddard Space Flight Center de la Universidad de Maryland, que abordó los últimos avances en teledetección a través de drones o satélites para la monitorización de la agricultura.
La investigadora remarcó la utilidad de la teledetección para evitar que, ante catástrofes naturales que afectan a los cultivos, los precios de los alimentos suban hasta ser inasumibles, un objetivo que persigue el proyecto GeoGlam, del G20, de seguimiento de los cultivos.
Franch explicó el programa de Agricultura de la NASA, NASA Harvest, que desarrolla un programa informático de monitorización.
“Tenemos que hacer ciencia para medir bien las consecuencias de los fenómenos extremos, construir modelos”, declaró, que detalló que la teledetección permite medir la biomasa, la temperatura superficial, la humedad, la temperatura del aire y otros factores que afectan a los cultivos.
Franch asimismo desarrolló el método Arya para poder aislar la señal de cada cultivo y poder estudiarlos de forma individualizada, y aseguró que han trabajado con el Gobierno de Ucrania para monitorizar de forma remota los campos de cultivo de este país, ante la imposibilidad de que los expertos pudieran hacer el análisis sobre el terreno por la guerra con Rusia.