Muñecos son una representación simbólica de las cosas consideradas negativas que pasaron durante el 2023
El presidente, con un oro en la mano, un vice escondido y unas ratas de saco y corbata, forman parte de los muñecos que se volverán cenizas este 31 de diciembre, en una tradición que perdura por años para dejar sentado los malestares sociales y todo lo malo ocurrido durante el año que se va.
Los alegóricos muñecos de este año cuentan por sí solos una historia, la del rechazo a la minería en Panamá, y que sumió al país en una oleada de protestas a finales de octubre pasado y que se extendió durante todo el mes de noviembre.
Bejuco, en el distrito de Chame, Panamá Oeste, es el escenario de esta singular exhibición y que cada año acapara las miradas, tanto de nacionales como foráneos, que hacen una parada obligatoria para conservar una fotografía con los también llamados “Judas” de año viejo.
Si bien los políticos resaltan en una variedad de muñecos, también se encuentran personalidades famosas del patio que de cierta manera resonaron durante el 2023. La creatividad de los artesanos de estas peculiares figuras son premiadas en un concurso local donde la retribución alcanza los $400 dólares.
Aunque los muñecos de año viejo dan un tono particular a las tradiciones de fin de año, hay otras costumbres para esta época que también son dignas de resaltar.
Entre ellas, figura el misticismo y los rituales como la limpieza profunda del hogar, la escogencia de un color y celebrar la fe en familia, todo ello con la esperanza de tener un mejor año, con abundancia y prosperidad.
Hay quienes alistan sus maletas para pasear a la media noche y así atraer un año lleno de viajes. Otros lanzan sal marina en las residencias para limpiar las malas energías.
Otros se ponen ropa con colores vibrantes, porque buscan rescatarle la alegría a la vida. Mientras que algunos creen que para ordenar sus pensamientos y relajamiento deben utilizar lila, morado o lavanda.
La costumbre de encender velas aromáticas y quemar inciensos cobra relevancia como una práctica para la renovación, transformación, cerrar ciclos pasados y abrir el camino a nuevas oportunidades.
En Año Nuevo también se ingieren doce uvas a medianoche, una por cada campanada, simbolizando los deseos para cada mes del próximo año.