No existen detalles de cuántos agentes se desplegarán, si podrán portar armas o detener a ciudadanos húngaros o chinos
Policías chinos, con su uniforme oficial de la República Popular, están patrullando las calles de Budapest, la capital de Hungría. Todo parte de un acuerdo entre China y Hungría para mejorar “la seguridad interna y el orden público”, según el ministro de Interior húngaro, Sandor Pinter, citado en una investigación periodística del prestigioso diario digital español El Confidencial.
Tras la visita en febrero del ministro de Seguridad Pública de China, Wang Xiaohong, a Budapest, donde se reunió con el primer ministro húngaro, Viktor Orbán, y Pinter se habló de una “cooperación más profunda en el campo de la lucha contra el terrorismo y el crimen” como “un nuevo punto culminante” en las relaciones entre ambos países.
Los policías chinos se desplegarán “para mejorar la seguridad de las zonas turísticas” en temporada alta, o en “eventos que atraigan grandes multitudes”. No se han dado más detalles sobre cuántos agentes, dónde se desplegarán exactamente ni cuándo, si podrán portar armas o algún tipo de equipamiento policial o si podrán detener e identificar a ciudadanos húngaros o chinos.
La oposición húngara ha calificado lo actuado como una “cesión de la soberanía”. El gobierno se defendió diciendo que China ha firmado un acuerdo similar con Serbia, el otro gran aliado de Pekín en Europa.
Los críticos de la medida temen que esté relacionada con la existencia de las denominadas “comisarías chinas” en países europeos. El pasado septiembre, la ONG Safeguard Defenders publicó una investigación en la que identificaba 54 “comisarías informales” en Europa desde las que autoridades del país asiático controlarían la actividad de sus ciudadanos en el extranjero, llegando a utilizar la coerción para obligarlos a regresar a su país y ser juzgados. En Hungría, Safeguard Defenders detectó dos, gracias a documentos internos chinos. Ambas oficinas, en Budapest.
En una Europa cada vez más difícil, el presidente chino Xi Jinping sabe que puede contar con “un amigo” en Budapest, como denominó a Orbán en la última visita del mandatario a Pekín en octubre pasado. Desde la llegada de Orbán al poder en Hungría en el 2010, la relación del país con China se ha ampliado y profundizado, sobre todo en el plano económico. Orbán también es un admirador del autócrata ruso Vladimir Putin.
Dentro de la lógica económica húngara, acercarse a Pekín reorganiza su dependencia económica, hasta el momento muy ligada a Alemania. “Con las inversiones chinas, llegarán muchos ciudadanos chinos a Hungría. Y estas personas necesitan ser monitoreadas desde la perspectiva del Estado chino”, sostiene el periodista de investigación y experto en las relaciones húngaro-chinas, Szabolcs Panyi.