La Argentina está sufriendo con dureza los ataques de las pandillas. Es una amenaza poderosa a la institucionalidad. No lo calculó el presidente Javier Milei, a solo tres meses de haber asumido el poder. Lo mismo le ocurrió al presidente de derecha, Daniel Noboa, en Ecuador. Se activan desde las cárceles las mafias y organizan acciones terroristas.
Estado cómplice por años, que ahora rompe el trato. Revisemos los antecedentes que precedieron al recién inaugurado gobierno de derecha en Argentina. De forma silenciosa, le abrieron el país a los narcos y sus familias que se instalaran a vivir, protegidos los gobiernos de izquierda alineados al socialismo siglo XXI. El presidente Néstor Kirchner (2003-2007) y la presidenta Cristina Fernández de Kirchner (2007-2015) y vicepresidenta (2019-2023), juntos tuvieron el poder Ejecutivo 12 años y 6 meses. Fue el periodo llamado por los izquierdistas argentinos “la década ganada”.
Por años se escondieron los capos y sus familias como la esposa e hijos del ecuatoriano prófugo Adolfo “Fito” Macías. Fueron expulsados en enero.
En la Argentina de los Kirchner los gobiernos de izquierda funcionaron como un gran refugio para narcotraficantes capos de México, Colombia, de otros países con sus familias que escogieron para vivir bajo perfil, disfrutando sus fortunas por muchos años. Fue un refugio elegido por los jefes de los carteles del narcotráfico internacional.
Se instaron con sus familias lejos de las guerras de bandas que desangran a Colombia, México, Ecuador, Italia y para escapar de los fiscales y policías que los persiguieran.
Esa área de seguridad fue parte del esquema que proporcionaron los gobiernos de izquierda alineados al socialismo siglo XXI, acompañado de una gran corrupción política, una justicia lenta, fuerzas de seguridad corrompidas en todos los niveles y una gran camisa de fuerza apretada a las Fuerzas Armadas.
El alineamiento regional. El kirchnerismo cerró filas con los gobiernos de izquierda y fortaleció sus relación con Bolivia de Evo Morales, Brasil con Lula, Cuba de Fidel Castro, Ecuador de Rafael Correa y Venezuela de Hugo Chávez.
Desarticularon a las Fuerzas Armadas argentinas, pasaron al retiro varias promociones de oficiales, controlaron el poder Judicial y el Ministerio Público y desarrollaron una política alineada con el socialismo siglo XXI.
Entre 1994 y el 2014 se instalaron en Argentina la viuda de Pablo Escobar Gaviria y su familia, Amado Carrillo Fuentes “El Señor de los Cielos”, entre otros capos y líderes de organizaciones criminales dedicadas al narcotráfico, con la protección de los gobiernos de turno.
Expondré un solo ejemplo: Julio 2015. La “mexicanización” narco de la Argentina. El papa Francisco dio una alerta del peligro de que la Argentina se “mexicanice”, es decir que adopten hábitos y métodos delictivos, sufran las consecuencias del avance del crimen organizado como México. Causó un gran impacto en la sociedad. La reacción del gobierno fue negar la realidad y minimizarla.
En ese momento Rosario tenía ya una tasa promedio cercana a un homicidio diario, que la ubica entre las 50 ciudades más violentas del mundo.
Ahora que hay un presidente de derecha, se activan con fuerza las pandillas, se desata el terror en una provincia que siempre ha estado controlada por las organizaciones criminales.
Argentina entró en la zona de guerra de baja intensidad empleando el método del arma secreta de la izquierda, las pandillas transnacionales que responden a un esquema de ataques a los gobiernos no alineados a la ideología de los países del Foro de San Pablo, Grupo de Puebla y el socialismo siglo XXI.
El cambio de régimen penitenciario en Rosario a los capos presos que fueron puestos en aislamiento, motivó la respuesta violencia. El control de las cárceles donde el gobierno argentino ataca, es el mismo detonante del Ecuador al intervenir los presidios.
Por último, la Argentina que heredó Milei es un país que, como consecuencia de las políticas socialistas de izquierda, ha permitido que el narcoterrorismo crezca y se enfrente al nuevo gobierno. El Estado se encuentra cooptado y reconfigurado por las organizaciones criminales transnacionales, al igual que el escenario de Ecuador.