Los rusos contribuyeron a la derrota del EI en Siria y Putin ha intervenido en países de África donde se entrenan los terroristas yihadistas
El Estado Islámico (EI) ataca donde puede. Y donde le dejan. Y si es una gran capital del mundo, como el caso de Moscú, mucho mejor, porque eso garantiza que el altavoz es mucho mayor. París, Berlín, Madrid o Londres ya saben que son escenarios ideales para cometer un atentado de gran envergadura. La capital rusa no lo es menos, informó el diario español La Razón.
Pero, además, si la propaganda islamista encuentra “motivos” para justificar el atentado la eficacia es mucho mayor, y en el caso del atentado en la sala de conciertos moscovita hay que buscarlo en dos lugar del mundo muy alejados de Moscú, y que se han convertido en dos “patios traseros” vitales para los intereses del Kremlin.
El primero de ellos lo es desde hace más de una década, Siria, donde la intervención de las tropas de Vladimir Putin fue crucial para derrotar al Estado Islámico en una guerra a tres bandas -el régimen y los opositores eran los otros dos contendientes- que amenazaba con enquistarse. El EI se la juró entonces al Kremlin y desde entonces se puso como objetivo vengarse en territorio ruso, que por otra parte ya ha sufrido una docena de atentados en los últimos años.
La intervención rusa fue clave para aplacar la rebelión y derrotar al EI, que había anexado territorios en Siria a su ‘califato’ en Irak.
Yihadistas de repúblicas rusas del Cáucaso se unieron al EI en Siria para luchar contra las fuerzas de su propio país y algunos regresaron a Rusia tras el conflicto, representando una amenaza para Moscú.
El otro escenario que ha servido como fría venganza contra Putin ha sido el Sahel, la región de África donde se entrenan los terroristas yihadistas y en la que Moscú ha incrementado su presencia en los últimos años.
El control de países como Mali, Burkina Faso o Níger (el último en decantarse abiertamente por Moscú en detrimento de Washington y de París, la antigua metrópili) es fundamental para Moscú, pero lleva consigo la tarea de combatir en los campos de entrenamiento yihadistas.
La inestabilidad en el Saghel ha llevado a golpes de estado prorrusos en Níger, Mali y Burkina Faso, con la participación de mercenarios de Wagner en la lucha antiterrorista de esos países, donde hay gran presencia del Estado Islámico y también de grupos leales a Al Qaeda.
El atentado de Moscú, sin embargo, no ha pillado de sorpresa. El 8 de marzo, diversas embajadas occidentales, incluida la de Estados Unidos, advirtieron a sus nacionales en Rusia sobre la posibilidad de atentados inminentes en el país, especialmente en grandes eventos en Moscú.
“La embajada está al tanto de informaciones que sugieren que extremistas planean ataques contra concentraciones masivas en Moscú, incluyendo conciertos”, señaló un comunicado de la embajada estadounidense.
El 7 de marzo, el Servicio Federal de Seguridad de Rusia anunció haber neutralizado en la provincia de Kaluga una célula del EI que pretendía atentar contra una sinagoga en Moscú.
El 3 de marzo, las fuerzas de seguridad rusas eliminaron a seis supuestos yihadistas en una operación en Ingushetia, en el Cáucaso Norte. El Comité Nacional Antiterrorista informó que los fallecidos eran miembros del EI.
El ataque de este viernes en Moscú está precedido de otra acción contra intereses rusos. El 5 de septiembre de 2023, el EI reivindicó un atentado cerca de la embajada rusa en Kabul, donde perecieron el segundo secretario y un guardia de seguridad.