La región contiene la respiración ante una posible respuesta armada de Teherán tras el ataque de Israel contra el consulado iraní en Damasco
El conjunto de Oriente Medio contiene en estos momentos la respiración ante una posible respuesta del régimen iraní al bombardeo del ejército de Israel el lunes contra el consulado iraní en Damasco, en el que fueron asesinados siete miembros de la Guardia Revolucionaria Islámica, entre ellos el comandante de la Fuerza Al Quds en Líbano y Siria, el general de brigada Mohamed Reza Zahedi, y su segundo, el general Mohamed Hadi Haj Rahimi, informó el diario español La Razón.
El temor a una inminente acción iraní ha movido al régimen israelí a aumentar el personal y número de reservistas en las fuerzas aéreas y a suspender los permisos para sus tropas, y a la población israelí a barajar las posibilidades de refugio en las últimas horas
El historial de enfrentamientos de los dos archienemigos de la región por antonomasia es larga. A finales de diciembre pasado, Irán acusaba a Israel de la eliminación del general Razi Mousavi, asesor de la Guardia Revolucionaria, en un bombardero en las afueras de Damasco. Cuatro días después, Teherán anunciaba haber ejecutado a cuatro presuntos espías vinculados al Mosad. El 2 de enero, un bombardeo atribuido a Israel avaba en un suburbio de Beirut con la vida de uno de los principales líderes de Hamás, Saleh al-Arouri.
Según el Observatorio Sirio para los Derechos Humanos, una organización no gubernamental con sede en Londres, Israel ha llevado a cabo hasta 30 ataques en territorio sirio contra fuerzas iraníes y de Hizbulá en lo que va del 2024.
Hasta ahora, y a pesar de las reiteradas amenazas de los máximos responsables del régimen, Teherán ha evitado en todo momento una confrontación bélica directa con Tel Aviv –que sería también contra Estados Unidos– sabedor de su inferioridad militar. En sus cálculos, a las autoridades israelíes no se les escapa la situación de debilidad que vive el régimen liderado por el ayatolá Jameneí, que sigue afrontando una situación económica doméstica muy difícil y que ha tenido que emplearse a fondo en los últimos meses poniendo a funcionar toda su maquinaria represiva para contener una reacción popular favorable a la democracia a raíz de la muerte en septiembre del 2022 de la joven Mahsa Amini a manos de la Policía de la Moral por no llevar el velo islámico colocado adecuadamente según el criterio de la teocracia.
La fortaleza de esas milicias, a las que hay que añadir grupos armados chiitas radicados en Siria e Irak, estriba en su estrategia invisible y desigual y en dirigir sus ataques a menudo contra la población civil. Estrechos son también los vínculos de Teherán con otros dos miembros del autodenominado “eje de resistencia”, las organizaciones Hamás y Yihad Islámica en Gaza y, por supuesto, Hezbolá en el Líbano.