Hemos podido apreciar en las redes un cierto dejo de tristeza y, por qué no decirlo, de añoranza, por aquel Tribunal Electoral que, en inicios de la llamada democracia le garantizó al pueblo panameño una institución por la cual sentirse orgulloso.
Expreso llamada democracia porque, según la definición es un sistema político en el cual la soberanía reside en el pueblo, que la ejerce directamente o por medio de representantes y, lamentablemente, los últimos períodos se han caracterizado por un desapego absoluto a ese concepto.
Es más, se ha perdido por completo el aprecio al Tribunal Electoral, que otrora fuese adalid de rectitud y respeto a la soberana decisión del pueblo panameño.
Esa falta de respeto ha sido generada por una ausencia de decisiones por parte del Tribunal Electoral, indecisiones que han sumido al país, al electorado panameño, en un mar de incertidumbre y desasosiego.
Esa situación se hace patente, por un lado, en la actitud dubitativa que muestra dicho Tribunal frente a la inhabilitación o no de cierto candidato, cuando existe, por una parte, elementos sustentados por constitucionalistas de renombre y, por la otra, reconocidos juristas que argumentan en contra del cumplimiento de la Constitución.
Ese tema no es de mi dominio y, por ser así, me abstengo de hacer comentarios propios. Solamente puedo tratar de dilucidar sobre el particular, en base a criterios de los juristas precitados.
Siendo ciudadano panameño, mayor de edad, que espera ejercer el voto con libertad, sin apremio y apegado a la normativa del Tribunal Electoral, puedo y debo llamar la atención, es más, exigir el cumplimiento de las disposiciones establecidas por dicho Tribunal, al haber inhabilitado al candidato innombrable, fundamentado en la Constitución Nacional, dejando muy claro la no participación de este candidato en la contienda política, lo cual, significa la eliminación de las propagandas políticas televisivas, radiales, impresas o de redes.
Hemos mencionado, al cansancio la imperiosa necesidad de participar con un juego limpio, jogo bonito, como decía Pelé. Pero ese concepto, debe ser válido para todos, y esa, Señores Magistrados, es su responsabilidad. Les toca hacerla cumplir.