Su padre, Norberto Milei, un maltratador serial de su hijo, recibió $33 millones del Estado para la compra y mantenimiento de una flota de 115 autobuses
El ultraderechista Javier Milei dice odiar al Estado, al punto de considerarlo una “organización criminal” y llamar “héroes” a quienes evaden impuestos, como lo hizo meses atrás en funciones presidenciales, informó el diario catalán El Periódico.
Los subsidios públicos también le provocan una aversión que el gobierno de ultraderecha ha puesto en práctica sin distinciones.
En el rechazo a la intervención estatal parecen mezclarse otras emociones: Su padre Norberto Milei se enriqueció en virtud de la ayuda proporcionada a comienzos de siglo por dos gobiernos peronistas, el de Eduardo Duhalde y, en particular, Néstor Kirchner.
Milei padre ha sido dueño, accionista y luego gerente de una flota de buses que recorren la ciudad de Buenos Aires de norte a sur y de este a oeste. Miles y miles de personas utilizan los servicios de los llamados “colectivos” 21, 31, 108 y 146, sin saber que son acompañados por una historia familiar que ha llegado desde el llano a la cima del poder en este país.
“Mi papá empezó como chofer de colectivos. El dueño del colectivo le dejaba trabajar para él los feriados, entonces mi mamá lo acompañaba con un termo de café”, dijo el anarco capitalista sobre el origen sobre la base del esfuerzo personal de la fortuna paterna.
Don Beto Milei, un maltratador serial de su hijo, según Juan González, autor de El Loco, la primera y resonante biografía de Javier Milei, fue luego presidente y accionista mayoritario de Rocaraza SA y Teniente General Roca S. Ambas llegaron a poseer 115 buses.
Toda una flotilla. El Centro Latinoamericano de Investigación Periodística (CLIP) acaba de revelar, en coordinación con los diarios La Nación y EldiarioAr, que la Secretaría de Transporte giró unos $33 millones a esas empresas en calidad de subsidios.
El dinero público permitía abaratar el precio de los pasajes que pagan los usuarios, sin menores contraprestaciones sobre la calidad del servicio.
Ricardo Jaime, el secretario de Transporte, se convirtió durante esos años en una figura tan enigmática como objeto de sospechas que terminaron confirmándose, al punto de que ese practicante vocacional del karate fue condenado por corrupción y enriquecimiento ilícito. Jaime era el interlocutor indispensable de las empresas para recibir los respaldos económicos estatales.
Los subsidios supusieron un alivio para esas empresas y otras del ramo que tenían serios problemas de financiamiento y deudas acumuladas en medio de la gran crisis económica de fines de 2001.
El derrumbe de la economía fue de tal hondura que el Estado salió a socorrer a buena parte de la estructura productiva y de servicios.
Beto Milei se desprendió de sus acciones mientras los subsidios fortalecían a las empresas. El exchofer realizaría luego emprendimientos en otras áreas como el negocio agropecuario.
Tuvo suficientes recursos para comprarle a Karina Milei un apartamento de 150 metros cuadrados en una de las zonas más demandadas de la periferia norte bonaerense.
La actual secretaria general de la Presidencia y, a la vez, la mujer más poderosa de ese país, aparece junto con sus progenitores en una sociedad de inversión inmobiliaria en el exterior, Alkary Investments, que operó entre el 2018 y el 2022. La operación derivó en un proceso judicial por deudas hipotecarias contra Norberto Milei.
A diferencia de la hermana, el anarco capitalista nunca tuvo vínculos económicos con su padre debido a un fuerte distanciamiento de varios años.
Cuando comenzó a despuntar su notoriedad mediática llegó a decir que no existía. Como si hubiera fallecido. González le atribuye a su hermana el papel de mediadora capaz de volver a reunirlos.
El libertario se ha abstenido de gestos de afecto hacia Beto, a pesar de su presencia en la ceremonia que recibió los atributos de mando. Si bien lo acompaña junto con su esposa, Alicia Lucich, a algunas actividades públicas de su hijo, el abismo emocional que los separa no se ha cerrado.
“¡Tú y tus negocios, ¿qué haces?! “, dijo semanas atrás el mandatario mirando a los ojos al padre en el marco de la presentación de su libro en un estadio cerrado. Los medios de prensa no pasaron por alto el recuerdo no saldado de antiguos enconos.