Cada cinco años la población se llena de esperanzas e ilusiones. Para una gran parte de la población, al terminar un periodo presidencial, se renuevan los propósitos de un mejor mañana, diferente al vivido en los cinco años que concluyen que, en el caso de Laurentino Cortizo, quiere olvidar lo más rápido posible.
Es ése el primer reto del nuevo presidente José Raúl Mulino: Mostrar cuán diferente es de su antecesor. Para ello tiene que reflejar acción, decisión y eficiencia desde el primer día. Tiene que actuar como primer mandatario y no dejar, como Cortizo, que fuera otro el que dirigiera el país.
Comienza con buen pie tras su reciente declaración al periodista argentino Andrés Oppenheimer en el Miami Herald al decir que la frontera de Estados Unidos se ha movido de Texas al Darién. Es que los migrantes atraviesan nuestro territorio para llegar a Estados Unidos.
Por ello, los gastos que se producen por esa trágica situación deben ser asumidos por el país que supuestamente les abrirá las puertas cuando allá lleguen, sobre todo el costo del retorno a sus países de origen cuando allá se les nieguen la entrada.
Según el nuevo presidente, una vez se comiencen a deportar a los migrantes de donde vinieron, cesará esa avalancha humana que nos atraviesa y que tanto daño le ha producido al país y a su entorno. Excelente forma de atender el grave problema de la migración desatada en Darién.
La ciudadanía está más que consciente del deteriorado estado en que el nuevo gobierno encontrará las finanzas públicas. Está clara de las dificultades que se tendrán en los primeros meses para atender las tantas necesidades postergadas y acumuladas por el gobierno que termina y que tomará un tiempo atenderlas correctamente.
Por ello, el principal reto del presidente Mulino lo sintetizo en lo que dijo la exprimera ministra de Alemania, AngelaMerkel, en entrevista en la revista Der Spiegel: “El que decide dedicar su vida a la política sabe que ganar dinero no es la prioridad”.
En la integración de su gobierno, el presidente Mulino, así como ha recibido aplausos por algunos nombramientos claves, otros han hecho surgir cuestionamientos sobre su conducta anterior y su capacidad para atender responsablemente las tareas públicas encomendadas.
Eso es lo que hay, diría el presidente Belisario Porras, cuando Nicolás Victoria Jaén le cuestionara sobre su propósito de convertir a Panamá en la Suiza de América. “Es que en Panamá no hay suizos, sino panameños”, le respondió Victoria Jaén.
Pero, al tener el presidente Mulino claro cuál es el rumbo que tendrá la gestión que emprende hoy en términos de no consentir la corrupción oficial que tanto daño le ha hecho al país, tendrá que tomar los correctivos necesarios para ir limpiando su equipo con gente íntegra que entienda que el que llega a un puesto público es para servir y no para servirse de él, como se ha convertido en una costumbre para la gran mayoría de los políticos.
Esa garantía que tendrá que dar el presidente Mulino está acompañada de la fiscalización permanente que le harán los nuevos diputados, en su gran mayoría comprometidos con el manejo correcto de los fondos públicos, sin vínculos con el nefasto pasado que les ha antecedido.
La integración de la Asamblea Nacional en el 2024 constituye una garantía de que no se repetirán los escenarios vividos en los últimos años en donde el diputado, más que fiscalizar la función pública, se convirtió en un extorsionador del Órgano Ejecutivo.
Debe erradicarse la especie de mercado persa en que convirtieron la Asamblea Nacional algunos, ya fuera vendiendo o alquilando su curul, al mejor postor.
Dice el refrán que la esperanza es lo último que se pierde. Panamá puede brillar como muchos han soñado. Para ello se requiere un gobierno honesto y creativo, una ciudadanía vigilante.
También se torna necesaria una mayor solidaridad de todos los integrantes de la sociedad, compenetrándonos en aquello de que todo pueblo tiene el gobierno que se merece, para lo cual tenemos la obligación de dar más de nosotros mismos. Solo así podremos ser más exigentes.