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Remón y Torrijos: Dos muertes no investigadas

Remón y Torrijos: Dos muertes no investigadas
Analista político.

La reciente publicación de mi libro ¿Quién mató a José Ramón Guizado? (Editorial Cultural Portobelo, 2023) contiene datos que confirman que el magnicidio del presidente José Antonio Remón Cantera, ocurrido el 2 de enero de 1955, no fue investigada seriamente y como el país entero esperaba.

Quienes deberían haber tenido mayor interés en determinar a los responsables del crimen del mandatario, se convirtieron en los principales obstáculos para que se supiera la verdad. Querían enterrarlo todo y, cuánto más rápido lo hicieran, mejor.

Ahora que investigo sobre la muerte del general Omar Torrijos, ocurrida en Cerro Marta muy cerca de Coclesito, en Coclé, el 31 de julio de 1981, me percato de lo mismo que ocurrió con el presidente Remón.

Quienes más interés debieron tener para descubrir lo que realmente pasó, como por ejemplo los miembros del Estado Mayor de la Guardia Nacional, fueron los que cerraron el caso cuanto antes. No querían hurgar, quizás pensando que lo que encontrarían resultara apestoso para algunos de ellos mismos.

En el crimen del presidente Remón, el principal entorpecedor de las investigaciones fue el hermano del muerto, Alejandro Toto Remón. A los pocos días de la conspiración urdida para desalojar del cargo a José Ramón Guizado, quien, como vicepresidente de Remón, asumió la Presidencia, Toto fue nombrado ministro de Gobierno y Justicia.

Entre sus primeras acciones estuvo la de expulsar del país a los investigadores extranjeros contratados durante los 12 días Guizado estuvo al frente de la presidencia del país.

Toto, una vez muerto su hermano, logró un préstamo de $450,000 en la Caja de Seguro Social que el fallecido presidente había rehusado aprobar y que no hay constancias del pago de vuelta. Personas que el presidente Remón no quiso nombrar en el cuerpo diplomático, como Roberto Tito Arias, muerto éste, de inmediato fueron nombrados como embajadores.

En el caso del general Torrijos podría haber pasado algo parecido. Al igual que con las aprehensiones que tenía el presidente Remón de que intentarían asesinarlo, el general Torrijos sentía que lo acechaba la muerte, no por que estuviese en nada malo, sino porque sabía que podría ser la consecuencia de tomar algunas iniciativas políticas en la región centroamericana como en Nicaragua y El Salvador. Y en Panamá, con el tema del Canal, pisaba callos de gente importante de Estados Unidos, acostumbrados a manejar Panamá como si fuera una colonia gringa.

El general Torrijos decía poseer información, al igual que el presidente Remón, de que intentarían asesinarlo. Por ello evitaba viajar con familiares, según él, para protegerlos si alguien intentaba ocasionarle algún daño.

Marcel Salamín me comentó que el general Torrijos sentía que le grababan sus conversaciones y que en Cuba y en Washington se conocían casi al instante todos sus movimientos.

René Hernández González, el primer periodista panameño que visitó el sitio del accidente, en las montañas de Coclé en Cerro Marta, me relató que, al llegar al sitio del desastre, todo estaba limpio. Como que habían quitado cualquier evidencia del accidente para que nadie investigara lo ocurrido.

Igual ocurrió en el hipódromo Juan Franco donde ultimaron a tiros al presidente Remón. Al llegar a hacer la reconstrucción del suceso, la Fiscalía encontró que todas las evidencias habían desaparecido.

En el libro, “Camino a Cerro Marta. El Asesinato de Omar (UDELAS, 2023), Salamín relata lo ocurrido al día siguiente del accidente, estando presentes altos funcionarios a la espera que se confirmara sobre el vuelo que nunca llegó a Coclesito.

Ese 1 de agosto de 1981 Salamín, luego de informar que no había sobrevivientes, comenta a un jefe militar planteándole la necesidad de una prolija investigación. La cortante respuesta fue: “No habrá investigaciones. Esto fue un accidente. Es una orden. Punto”.

Los altos mandos de la Guardia Nacional, por razones desconocidas, no quisieron meterle la mano a una investigación que ignoraban qué resultado tendría.

Prefirieron dejar en manos de los fabricantes del avión y de su motor que no habían encontrado ningún desperfecto y que se trataba de un accidente.

La investigación local la hicieron tres técnicos de Aeronáutica Civil y dos militares de la Fuerza Aérea, a mi juicio, sin el poder, y menos la independencia, de contradecir órdenes superiores.

Todos esos interesantes detalles los encontrarás en el libro de mi autoría ¿Quién mató al general Omar Torrijos?, que será presentado el próximo 31 de julio, a las 10 a.m., en el Aula

Magna de la Universidad Santa María la Antigua. En unos días el libro estará a la venta al teléfono 6490-5439, y con envío donde nos digas.

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