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¿Cómo nos ve el mundo?

¿Cómo nos ve el mundo?
Guillermo "Willy" Cochez, Analista político. Foto: Archivo.

El presidente Mulino ha dicho categóricamente que se  debe respetar a Panamá. Que hay que acabar con esas listas de varios colores que nos equiparan a países como Corea del Norte y que ignora a otros, que usualmente nos censuran, pero que deberían estar en listas peores que donde a nosotros arbitrariamente nos colocan.

Como panameño estoy de acuerdo con esa posición, porque es bueno escuchar de su presidente que se exigirá respeto al país en otros lares.

Diría que falta más que deseos y que debemos profundizar en las causas de por qué a la República de Panamá se le ve despectivamente a nivel internacional.

En reciente artículo de opinión sobre el mismo tema del prestigioso historiador Omar Jaén Suárez nos decía “al final de un periodo de mal gobierno, miseria y desencanto, -refiriéndose al gobierno de Cortizo/Carrizo- entramos en una época de cambios políticos y de grandes expectativas en un Panamá dual: El que responde a un pasado malsano, de sumisos dominados por políticos depredadores que venden espejismos y mito a un pueblo poco instruido, el más moderno de mentalidad más educada, independiente, innovadora, racional”.

Y seguía preguntándose Jaén Suárez, “¿cuál es la imagen que se tiene en el exterior de Panamá?”.

Dice que “es una imagen más bien negativa, paraíso del desorden y de la trampa, de la desigualdad social y la pobreza, de la corrupción pública, de la injusticia y la impunidad, lugar de muy baja calidad educativa.

Nos ven como un país xenófobo e intolerante dominado por gente supersticiosa, ahora istmo de tránsito de migrantes ilegales al Eldorado estadounidense. Imagen torcida que debemos combatir con grandes y urgentes reformas internas y también con una promoción internacional más activa.” Agregaríamos que, para algunos, no hemos dejado de ser una “banana republic”.

Es doloroso lo que plantea el historiador Jaén Suárez, pero es una realidad que no podemos ignorar. Algunos hechos recientes nos han causado mucho desprestigio a nivel internacional.

¿O es que alguien cree que las embajadas acreditadas en Panamá no reportan a sus respectivas cancillerías la especie de disparates que en diferentes frentes se dan a diario en Panamá?  ¿Qué hablamos de que la justicia esta parcializada, pero cuando una juez así calificada, nos falla a favor, se convierte en buena? ¿Podremos cambiar esa nefasta imagen?

Los panameños, cuando nos proponemos algo lo podemos lograr. Así fue que terminamos en 1977 la odiosa relación bilateral que manteníamos con motivo de la existencia del Canal. La elección pasada también lo demostró cuando en las principales ciudades fueron electos alcaldes y representantes honestos e innovadores que han descubierto toda clase de miasmas en los despachos que ahora se encargan.

La pregunta que nos hacemos todos ¿Se podrán lograr esos cambios con el nuevo liderazgo que nació en el país el pasado 1 de julio?  Pienso que sí, aunque puede haber mucha resistencia.

La esperanza es lo último que se pierde. José Raúl Mulino ya no es el candidato ganador de un partido político, sino que es el presidente de todos los panameños.

Sus primeros pasos pueden sugerir una dualidad en lo que respecta a su equipo de gobierno. Unos nombramientos excelentes y con gran trayectoria profesional y técnica. Otros cuestionados que podrían enviar el mensaje de que nada cambiara a lo que tuvimos en los últimos cinco años.

Siempre he sostenido que la administración pública es como una pirámide donde, quien está encima de todos es el presidente de la República. Si él irradia en forma permanente honradez y transparencia a su gestión, quien no entra en esa línea conductual simplemente va para afuera.

No hay cabida para más botellas, incompetentes, con contratos hechos a la medida con nombre propio, imposiciones y abusos de los funcionarios y contratistas favoritos.

Eso lo ha dejado claro el nuevo primer mandatario.

En los primeros 15 días de su mandato nos hemos dado cuenta de que el presidente es alguien que está presente. Que va a dar la cara y no se esconderá como han hecho otros. Que se sabe comunicar sin tener que decir que él no está hecho de leche condensada.

Su discurso inicial, su primer viaje al exterior y sus prometidas conferencias de prensa semanales, nos dan la impresión que gobernará con las luces largas y no con las cortas para beneficiar, como lastimosamente ha pasado, a sus amigos, familiares y copartidarios.

El país merece buenos gobernantes, sobre todo los que menos tienen y son causa de la gran desigualdad con que vivimos.

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