Cultivan la planta de cannabis y cáñamo y elaboran productos para ayudar a quienes tienen dolencias, ansiedad y problemas de salud
Se autodenominan monjas, pero no tienen nada que ver con la religión: Una hermandad de mujeres se dedica al cultivo de la planta de cannabis, en una granja que funciona como convento. Esta es su historia, según informó el diario chileno La Tercera.
La hermana Kate oculta su cabello en un velo, pero no es recatada con sus risas. Tiene 65 años y se viste como monja, simplemente porque se considera una.
Le dice a La Tercera, con la voz divertida, que cuando el Congreso estadunidense declaró que la pizza era un vegetal, ella decidió que podía declararse una monja también.
Pero Christine Meeusen —el nombre completo de Kate— no siempre fue así. Cuando joven, se casó con un hombre del que se enamoró profundamente, pero que terminó por engañarla y robarle todo su dinero.
Según le relató a The Daily Beast en 2019, entre la tragedia, tuvo un momento de iluminación divina donde comenzó un pequeño negocio de cannabis medicinal para ayudar, sobre todo, a personas pobres y enfermas, porque sabía de los poderes curativos de esta planta.
Su doctor le había indicado que fumara un cigarrillo de marihuana todas las noches, para aliviar los síntomas de la menopausia precoz.
En paralelo, en el 2011, en Estados Unidos comenzaron las protestas Occupy que mostraban el descontento por la desigualdad social y económica en el país y el resto del mundo. Para la hermana Kate, este movimiento había “resonado” en ella y, cuando quiso asistir a una manifestación, salió vestida de monja.
Las cámaras de los noticieros no tardaron en capturarla en primera plana y rápidamente se hizo conocida como la Hermana Occupy (Sister Occupy).
Así fue cómo el 1 de enero de 2015 nacieron las Hermanas del Valle, que no solo es una especie de congregación de monjas, sino también una empresa de cannabis que rompe esquemas y busca ayudar a los enfermos a aliviar sus dolencias.
Y eso es lo que hacen ahora: En la granja de California, cultivan la planta de cannabis y cáñamo, y elaboran productos para ayudar a quienes tienen dolencias, ansiedad y otros problemas de la salud.
Antes de la pandemia, las Hermanas del Valle eran 33 mujeres, pero ahora se quedaron con la mitad. Tienen un grupo de hermanas en Nueva Zelanda y otra en México, donde operan de forma similar.
La hermana Kate describe sus días como “rudimentarios”: “Cada una de nosotras tiene que asumir muchas funciones y hacer varios trabajos, pero las mujeres que estamos aquí somos muy independientes y cada una tiene su propio horario”.
“Si tienes que vivir con cosas que te molestan, esa es una forma de enfermarte. Por eso la armonía se vuelve muy importante para nosotras, es importante para nuestra salud”, añade Camille.
“Si hay un conflicto entre dos personas, es justo que no hablen de ello durante tres días, para calmarse. Si necesitan hablar de ello, deben hacerlo a los cinco días y llegar a una resolución”.
En la granja de las hermanas, también trabajan algunos hombres. Kate dice, entre risas, que se llevan bien, pero que una de las pocas restricciones que establecieron fueron para ellos:
“A los hombres les gusta silbar y es irritante. Este tiene que ser un lugar tranquilo”.
“Nos encantaría poder ser como la Iglesia Católica, donde cada nueva monja llega con unos $20,000 o $40,000, sería increíble”, se ríe la hermana Kate, para después decir que solo cobran $5 para llenar un formulario de solicitud.
En ese momento, la persona interesada recibirá una copia del libro de las monjas, que incluye sus creencias y costumbres, además de un cuestionario extenso que deben completar.
Después, si es que quieren seguir en el proceso, deben enviar el documento y solicitar una entrevista.
“Nadie se convertirá en una hermana sin que la conozcamos y sin que venga aquí, conozca el lugar y trabaje con nosotras”.
Kate y Camille le cuentan a La Tercera que a su granja, han llegado mujeres “muy pobres, de lugares tan lejanos como Nueva Zelanda y Brasil”. En el lugar, han podido trabajar y vivir tranquilas.