Es el momento adecuado para que Naciones Unidas evolucione y reconsidere sus políticas injustificadas que excluyen a Taiwán
Taiwán es un socio indispensable en las cadenas de suministro globales, ya que produce más del 90% de los semiconductores de alta gama mundiales y una parte significativa de los chips avanzados que impulsan la revolución de la Inteligencia Artificial (IA).
Además, la mitad del comercio marítimo mundial atraviesa el Estrecho de Taiwán y lo convierte en una vía navegable internacional clave, informó el diario español La Razón.
Sin embargo, a pesar de que grandes partes del mundo –y miles de millones de personas– se han beneficiado de una gran prosperidad gracias a la paz y la estabilidad que prevalecen en el estrecho, China continúa intensificando sus acciones agresivas contra Taiwán.
Los intentos de Pekín de cambiar unilateralmente el statu quo del Estrecho de Taiwán y expandir el autoritarismo en toda la región del Indo-Pacífico son una profunda amenaza para la paz y la seguridad en todo el mundo.
En los últimos años, los líderes mundiales han aprovechado las ocasiones bilaterales y multilaterales –incluyendo las reuniones del G7, la UE, la OTAN y la ASEAN– para destacar la importancia de mantener la paz y la estabilidad en el Estrecho de Taiwán.
Sin embargo, a pesar de ser conscientes de la importancia de reducir las tensiones en la región, las Naciones Unidas aún no han tomado medidas para abordar los desafíos planteados por la República Popular de China o para incorporar a Taiwán al sistema de la ONU.
Ahora es el momento adecuado para que la ONU evolucione y reconsidere sus políticas injustificadas que excluyen a Taiwán.
La primera y más urgente tarea que debe abordar la ONU es dejar de sucumbir a la presión de la República Popular de China y abstenerse de distorsionar aún más la Resolución 2758 de la Asamblea General de la ONU adoptada en 1971.
Esa tergiversación tiene consecuencias de largo alcance que van más allá de negar a los ciudadanos y periodistas taiwaneses el acceso a las instalaciones de la ONU y de impedirles visitarlas, asistir a reuniones y participar en la recopilación de noticias.
De hecho, la táctica de Pekín de utilizar la Resolución 2758 como arma para difundir la falacia de que Taiwán es parte de la República Popular de China es una de las claves de una campaña más amplia para establecer la base legal para justificar una futura invasión armada a Taiwán.
Sin embargo, contrariamente a las falsas reclamaciones de la República Popular de China, la Resolución 2758 simplemente aborda la cuestión de la representación de China en la ONU. No menciona a Taiwán.
No afirma que Taiwán sea parte de la República Popular de China ni atribuye a la República Popular de China ningún derecho a representar a Taiwán en el sistema de la ONU. En otras palabras, la resolución no tiene nada que ver con Taiwán.
Este caso es ilustrativo de la creciente asertividad de la República Popular de China para imponer su voluntad en el escenario internacional. Y si no se cuestionan ni se corrigen, las falsas reclamaciones de Pekín no solo alterarán el statu quo en el Estrecho de Taiwán, sino que también pondrán en peligro la paz y la estabilidad en el Indo-Pacífico y amenazarán el orden internacional basado en reglas.
Afortunadamente, en los últimos meses varios altos funcionarios estadounidenses han criticado la distorsión de la República Popular de China sobre la Resolución 2758 para justificar su espuria reclamación sobre Taiwán.
Para mantener la paz y la seguridad internacionales como estipula la Carta de las Naciones Unidas, la ONU debe retroceder y alentar una interpretación correcta de la Resolución 2758, y explorar medidas para resistir las ambiciones agresivas de la República Popular de China.