Tras siete años en prisión, el cofundador de WikiLeaks se ha instalado en un lugar secreto al sur de Sídney para llevar una vida discreta y familiar
Tras años encerrado en la sombría prisión londinense de Belmarsh, Julian Assange deambula por los bosques del sureste de Australia, se baña en el océano y aprende a criar a los hijos que una vez sólo conocieron a su padre como preso, informaron medios de prensa internacional.
Su esposa, la abogada sueco-española Stella Assange, regresó recientemente a Londres durante una semana, dejando al cofundador de WikiLeaks solo para cuidar de sus hijos, Gabriel, de siete años, y Max, de cinco.
Se rumorea que la familia vive en un lugar secreto de la costa de Nueva Gales del Sur, al sur de Sidney. Es una región de exuberantes granjas lecheras, bosques imponentes y playas a menudo vacías, conocidas por sus olas efervescentes y arenas blancas.
Assange no ha hablado públicamente de su nueva vida como hombre libre en su Australia natal desde que abandonó la prisión de Belmarsh a finales de junio.
Salió del aeropuerto de Stansted a bordo de un lujoso avión de negocios Bombardier con destino a Sídney, vía Saipán, un territorio estadunidense en el Pacífico donde hizo una breve escala para declararse culpable de violar las leyes de espionaje de Estados Unidos, un trámite que Washington exigía para aprobar su acuerdo de liberación.
Assange, según su hermanastro, se ha ido adaptando lentamente a la libertad tras siete años encerrado en la embajada de Ecuador en Londres, seguidos de cinco años en Belmarsh que minaron su salud mental y física.
Hace un mes, Stella Assange, abogada de derechos humanos que conoció y entabló una relación con el fundador de WikiLeaks mientras éste se encontraba en la embajada ecuatoriana –donde la pareja concibió a sus hijos– insinuó que la nueva experiencia de vivir juntos por primera vez, y en un nuevo país, presentaba desafíos.