El problema de Israel es que la guerra es su única política y eso puede llevarlo a la catástrofe
Lo ha admitido el secretario general de la ONU, Antonio Guterres: “La lógica de explotar todos estos artefactos es hacerlo como un ataque preventivo antes de una operación militar importante”.
De acuerdo al diario español ABC, todo apunta a que las dos rondas de estallidos de dispositivos electrónicos, esas que acabaron con al menos una veintena de miembros de Hezbolá la semana pasado, derivarán en un conflicto armado entre Israel y el Líbano.
El mismo ministro de Defensa del estado judío, Yoav Gallant, explicó que la guerra entre ahora “en una nueva fase en la que el centro de gravedad se desplaza hacia la frontera norte”.
Días tensos en Oriente Próximo, vaya. Podría, en definitiva, sucederse una invasión del Líbano, y no sería la primera.
En 2006, el estado judío se enfrentó ya a las milicias de Hezbolá después de un extraño casus belli: El hostigamiento, el 12 de julio de ese mismo año, de tropas israelíes en la frontera entre ambos países.
A partir de entonces volaron los misiles y se generalizaron las incursiones durante 34 jornadas. Lo que desconocemos es si, en la posible guerra, los ejércitos hebreos usarán la extra doctrina militar que aplicaron aquellos días y que les llevó a la derrota y a la retirada: La de la geometría inversa del campo de batalla.
Sin muros
Israel vertebró su sistema de combate de principios de siglo sobre los conceptos implantados por los filósofos Gilles Deleuze y Félix Guattari.
La primera vez que se utilizó fue en el 2002, durante un ataque a la ciudad palestina de Nablus, Por entonces, el brigadier general Aviv Kochavi, al frente de las tropas encargadas del asalto, la definió como una suerte de ‘geometría inversa’ en la que se reorganizaba la sintaxis urbana por medio de una serie de acciones microtácticas.
En palabras del oficial, sus hombres debían desplazarse por las urbes mediante la creación de “túneles sobre la superficie” y la reinterpretación de edificios, carreteras y callejones. Tenían que dejar de estar sometidos a la autoridad de los límites espaciales para forjar los suyos propios. Casi nada.
Así lo recoge Eyal Weizman en su dossier Gaza: Caminar atravesando muros, tras haber consultado el manual de los oficiales del país hebreo y haber entrevistado a varios mandos de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI).
Pero no se pongan tensos, porque toda esta palabrería se corresponde con una idea tan sencilla como es evitar los puntos de conflicto de los que el enemigo se sirve para tender emboscadas.
Entre la infinidad de puntos que contenía esa nueva forma de hacer la guerra, se incluía el avance sobre el territorio enemigo como una suerte de “enjambre” de abejas. Amén de no contar con objetivos concretos –puestos de mando contrarios, silos de misiles– para evitar los puntos de resistencia claves.
Ese planteamiento buscaba abandonar viejos conceptos como “avanzar en líneas estrictas y en formación lineal -regimientos, batallones”- y apostar por órdenes de batalla más difusos, dispersos y flexibles.
Desastre
José Antonio Peñas, ha estudiado esta forma de combate para uno de los muchos ensayos y artículos castrenses con los que cuenta a sus espaldas.
“Desde los años cincuenta, Israel siempre había ganado las guerras en las que había participado. En mitad de aquella borrachera de victorias se plantearon que, con el paso de los años, los conflictos serían asimétricos y que lo mejor era dar la vuelta a los conceptos clásicos para sobreponerse al enemigo”, sostiene.
Del estudio de las nuevas tácticas se encargaron varios institutos y grupos de pensamiento militares como el Operational Theory Research Institute (establecido en 1996) y personajes de la talla de Shimon Naveh –brigadier general retirado– o el propio Kovachi.
«En realidad no está claro cómo se les ocurrió, ni quién forjó estas nuevas ideas. Mi conclusión es que fueron invadidos por la posmodernidad. Estaban convencidos de que ellos eran los únicos que comprendían la guerra futura y que vencerían sin problemas a los enemigos que les rodeaban”, añade el experto.
Peñas se muestra crítico no solo con esta forma plantear los combates, sino también con la terminología que la rodea. “En la práctica aquello era mucha teoría coronada por palabras complejas que le daban empaque. Decían que el campo de batalla no debía ser una realidad geográfica, sino un concepto intelectual fluido y plástico. Hablaban de avanzar como enjambres o bancos de peces, de geometría inversa”, sostiene.
Según Peñas, los israelíes probaron por primera vez aquella táctica en Nablus, un pueblo que “no pudo ofrecer resistencia alguna”, y terminaron de convencerse de que habían llegado al cenit del arte de la guerra.
No pudieron cometer un error peor. Confiados, en julio del 2006 aplicaron sus nuevas ideas en la invasión del sur del Líbano contra Hezbolá. Y lo hicieron sin tener en cuenta que el enemigo llevaba años preparándose.
“La milicia había combatido y expulsado en 1999 a Israel. Desde entonces se habían dedicado a planificar sus defensas, entrenar a sus soldados, crear túneles”, sostiene. Aquello fue una trampa mortal. A lo largo de las 34 jornadas que se extendió el conflicto, las FDI intentaron aplicar su geometría inversa, y se estrellaron de forma estrepitosa.
La guerra de 2006 supuso una debacle para las FDI. Para empezar, costó 121 muertos y un millar y medio de heridos a un país con una bajísima densidad de población.
Pero, a su vez, puso sobre la mesa que aquella forma doctrina de combate no era apropiada para un conflicto contra milicianos.
“Todos los oficiales y pensadores que habían parido aquellas ideas tácticas fueron despedidos de forma fulminante o ascendidos para quitarlos de en medio.
Fue la primera vez que aceptaron que se habían equivocado”, sostiene el autor.
Aunque, de momento, no puede asegurar que Israel haya rechazado de plano la idea de caminar atravesando muros. De hecho, el dossier de Weizman confirma que, al menos por el momento, es difícil conocer cómo actuarán los soldados judíos sobre el terreno.
Lo que sí tiene claro el español es que la máxima del país judío sigue siendo la misma que cuando se creó en 1948: aplicar la fuerza.
Y eso suele terminar en desastre: “Carl von Clausdewitz decía que la guerra es una extensión de la política con otros medios. El problema es que, si se convierte en la única política, supone un problema muy serio”.