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Israel ha demostrado que EE UU ya no cuenta en Medio Oriente

Israel ha demostrado que EE UU ya no cuenta en Medio Oriente
El humo se eleva tras un ataque aéreo israelí.EFE

Israel siempre ha jugado el papel, ahora exacerbado, del díscolo, indisciplinado que, a fin de cuentas, hace lo que le da la gana

En los últimos 12 meses, el secretario de Estado de Estados Unidos, Antony Blinken, ha visitado Israel en la friolera de 11 ocasiones para rogar-presionar-convencer a Israel de: Reanudar las negociaciones sobre un alto el fuego, moderar la intensidad de la agresión militar en Gaza, permitir la entrada de ayuda humanitaria en la Franja, no sobrepasarse en el sur del Líbano y dejar incólumes las centrales nucleares iraníes.
Y, por último y sobre todo, de que pusiera punto final a la guerra y se pueda empezar a recomponer lo que queda de los gazatíes y Gaza.
El vínculo entre Estados Unidos e Israel es ineludible. La dependencia israelí del apoyo político y armamentístico estadunidense es evidente (pero no solo de Washington, Israel sigue recibiendo armas de otros muchos países a pesar de sus críticas cara a la galería). A lo largo de la historia de ambos aliados, Israel siempre ha jugado ese papel, ahora exacerbado, del díscolo, indisciplinado que, a fin de cuentas, hace lo que le da la gana.
Antony Blinken Foto: EFE/EPA/STR
Pero si algo tienen en común (y seguramente sea lo único) los candidatos a la Casa Blanca, el republicano Donald Trump y la demócrata Kamala Harris, es que ambos quieren el fin de la contienda. Pero por motivos diferentes, con tonos bien distintos y calendarios desiguales.
“Trump dice aquí y allí que la guerra debe terminar. Entre otras cosas, porque Trump es un pragmático. Y esa contienda es demasiado costosa para Estados Unidos y el hombre no tiene ningún apetito de guerras”, explica el politólogo Yossi Shain, de la Universidad de Tel Aviv. A pesar de eso, Benjamin Netanyahu tiene mayor afinidad con el republicano.
Kamala Harris, además, no tiene la inclinación abiertamente sionista de Biden, quien, a pesar de esa característica, sigue siendo anatema en el régimen de la ultraderecha israelí.
En este contexto, desde la perspectiva del Medio Oriente, Harris, mujer y no blanca, resulta mucho más difícil de aceptar como líder del mundo libre al que Israel y sus líderes están convencidos de que pertenecen.
“Es que no hay mujeres tomando decisiones”, dice la especialista en estudios de género Daniela Rapp.
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Kamala Harris. Foto: EFE, EPA, Bonnie Cash POOL.
Rapp supone que de lo primero que se les pasará por la cabeza a los gobernantes es despreciarla con un ‘qué sabrá esta de la guerra’. En una región del mundo en el que la no confrontación y la búsqueda de mecanismos pacificadores es percibida como debilidad, Rapp recuerda como la exministra de Exteriores Tzipi Livni, no conocida ni por su pacifismo ni por su feminismo, dijo en un documental que en la guerra de Gaza de 2008-2009, cuando empezó a decir a los demás miembros del ejecutivo que había que declarar un alto el fuego, fue tratada por sus colegas precisamente como lo que no era, una débil mujer que busca acuerdos.
Bushinsky da además otras dos claves de por qué todo confluye en dirección de Trump en el gobierno Netanyahu. El embajador de Israel en Estados Unidos, Michael Herzog, hermano del presidente de la nación, no es el verdadero mensajero de Netanyahu, sino que lo es Ron Dremer, un acólito del primer ministro, acérrimo republicano y amigo de Jared Kushner, yerno de Trump.
Y también está Elon Musk, fan saltarín de Trump, a quien Netanyahu ha acogido en Israel y Musk ha reciprocado invitándolo a usar su nuevo coche.
“Se sabe que Trump es imprevisible, pero Netanyahu piensa que necesita a un loco en el barrio, no a un jefe de Estado que se ponga a discutir si entrar o no entrar en Rafah”, señala Bushinsky.
“Por lo que conozco a Netanyahu, él esperaba que Estados Unidos estuviera totalmente dentro de su plan bélico, que aprovechase con él la oportunidad de crear un nuevo orden. Es un tipo muy binario, cero o todo, o conmigo o mi enemigo. Por eso su gran decepción con Biden, que ha mostrado todo tipo de fisuras en su apoyo a Israel”.
Fotografía de archivo del candidato republicano a la presidencia de EE.UU., el expresidente Donald Trump. Foto: EFE, EPA, BIZUAYEHU TESFAYE.

 

Muchos políticos de izquierda han bajado el perfil en esta guerra. Algo tan descorazonador como el estado del periodismo en Israel, que de manera masiva se ha convertido en un periodismo complaciente con el Estado -dentro de que ese concepto plantea muchos dilemas en el Israel actual-, pero tienen claro que el ejército es la estrella del show, que nunca nadie verá ni ha visto imágenes de sufrimiento humano en Gaza, ni tampoco se lo van a contar desde ningún medio israelí, salvada la excepción del diario Haaretz y la revista 972.
Porque el corazón del problema -la bestialidad de la guerra, la falta de autocrítica, la convicción de que la escalada para la disuasión tiene sentido- no se trata.
Pasa como con la percepción de Trump: “La visión de Trump no encaja con la expansión de las ideas democráticas y de progreso en el mundo”, dice el profesor Shain. “Él está en el América primero, lo cual lo coloca en una política aislacionista, además, casi no tiene experiencia en asuntos exteriores”.
 Según analistas locales, si la situación bélica es heredada por Harris, el plan de Netanyahu es agotarla hasta poder llevar a cabo un verdadero cambio estratégico en la zona con la plena participación estadounidense, que es algo con lo que contaba desde hace meses y no ha sucedido. Y el objetivo, algo con lo que Trump concuerda, neutralizar a Irán.
Mientras tanto, con las guerras aún rugiendo, si hubiera un fin de la contienda, regresaran los rehenes y la región estuviera en calma, eso solo ayudaría a Harris. Entonces, según el analista Yossi Verter, Netanyahu  se pregunta: ¿Por qué las prisas?.

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