Podría seguir fiel a su personal libro de estilo, pero habrá que ver qué políticas lleva a cabo con mayoría en ambas cámaras y si cumple sus promesas
Donald Trump es, sin ningún género de dudas, un sobreviviente de la política que afronta, contra todo pronóstico y superando todo tipo de escollos incluso judiciales, un segundo mandato, informaron medios de prensa internacional.
Así es como todo parece indicar a falta de que se concluya el escrutinio final de los votos. Y, por lo que se ha podido adivinar en la campaña electoral, Trump promete hacer las cosas de forma similar a la la primera vez.
En lo que se refiere a cómo podría formarse su gabinete, Trump ha simplemente lanzado nombres aquí y allá. Su primer ejecutivo fue confirmado a un ritmo lento debido a la demora de los demócratas en el proceso, y estuvo marcado por una alta rotación en esos puestos principales durante sus cuatro años en el cargo.
Muchos coinciden en que el primer mandato de Trump estuvo rodeado de personas que intentaron frenar sus impulsos. Eso explica que actualmente más de 30 de sus viejos colaboradores lo rechacen públicamente o que su relación con el exvicepresidente Mike Pence sea de distanciamiento absoluto.
En esa misma línea, la elección en esta oportunidad del senador J.D. Vance como fórmula vicepresidencial es un ejemplo de lo que busca Trump para una posible segunda Administración. Esta vez se espera que esté rodeado de personas leales que atiendan sus caprichos. Vance se opuso a Trump en el pasado pero luego se plegó a su voluntad, hasta el punto que, a diferencia de Pence, respalda el falso relato de un fraude electoral en el 2020.
Otro de los nombres que parecen sonar es el de Robert F. Kennedy Jr., de quien hasta ahora se sabe estaría en el equipo de transición. El tercer candidato renunció a su aspiración presidencial para respaldar a Trump y muchos votantes que no hacen parte del movimiento MAGA le ven como una figura que podría intervenir de manera “positiva” en las decisiones de gobierno.
Quizá el nombre más importante que podría barajarse es el del hombre más rico del mundo: Elon Musk, un magnate recién convertido a “trumpista” que básicamente hace las veces de defensor del exmandatario en su red social X.
Incluso, recientemente Trump propuso que el dueño de SpaceX liderase una suerte de comisión supervisora de las tareas de algunas instituciones de
Gobierno, una tarea no muy clara y que podría dar pie a denuncias sobre conflicto de intereses por parte de la eventual oposición demócrata.
Durante la semana de la Convención Nacional Republicana también había empezado a sonar para secretario de Estado nombres como el del senador hispano de Florida Marco Rubio, defensor de la línea dura con Cuba y Venezuela, y quien además fue finalista como posible vicepresidente.
Otros personajes del círculo de Trump con influencia para ingresar a su gabinete son su fiel asesor Stephen Miller, el arquitecto de las políticas antiinmigración o Richard Genell, su polémico exembajador en Alemania.
En cuanto al clan familiar, esta vez se mantienen apartados de su campaña su hija Ivanka y su yerno Jared Kushner, sin que esté muy claro si juegan un rol tras bambalinas. En su lugar han ganado influencia el primogénito, Donald Trump Jr.,y su nuera Lara Trump.
Una vez formado su nuevo equipo, de ganar la presidencia Trump intentará llevar a cabo sus promesas de campaña, enfocadas en el combate de la inmigración ilegal a través de la implementación del “mayor plan de deportación en la historia de Estados Unidos”, así como la aplicación de recortes impositivos para, según él, recuperar la economía “destrozada” en los cuatro años de Biden-Harris.
En el ámbito internacional, Trump se ha autocalificado como el “único capaz determinar con las guerras en Gaza y Ucrania en un día”. Nadie sabe exactamente cómo actuaría, pero se referencian su buena relación con el jefe del régimen israelí, Benjamin Netanyahu, para inferir que tendría una posición menos dura que la actual Administración frente a Israel, lo que en sí mismo solo parece ser indicativo de que su resistencia a los planes militares israelíes sería muy mínima.