Su triunfo electoral resulta tan contundente, tan aplastante que más que inquilino pudiera decirse que será el rey de la Casa Blanca
La incógnita sobre quien será el próximo inquilino del Despacho Oval ha sido finalmente resuelta. La victoria de Donald Trump resulta tan contundente, tan aplastante que más que inquilino pudiera decirse que será el rey de la Casa Blanca, informó el diario español La Razón.
No solo ha ganado los votos electorales necesarios para conseguir la victoria, también las dos cámaras del Congreso tendrán color rojo y conservadora es la composición del Tribunal Supremo, donde él pudo nombrar tres jueces, en una relación de seis a tres a su favor.
Se trata de un resultado ciertamente sorprendente, no por el hecho de que Trump se haya alzado finalmente con la victoria, sino por la contundencia del resultado. Después de meses de campaña -probablemente la campaña más singular y atípica que hemos asistido en las últimas décadas en Estados Unidos-, las elecciones del pasado 5 de noviembre, han transcurrido con una naturalidad más propia de décadas del pasado siglo que de las turbulencias de las dos últimas.
Tal vez porque el número de votos electorales a favor del republicano es tan abultado que no deja lugar a la duda. Hemos asistido a una victoria extremadamente humillante, no solo para la candidata, sino también para los demócratas en general, comparable tan solo a la de 1980 cuando Ronald Reagan vapuleó a Jimmy Carter, incluso ocupando este último la presidencia.
Sin duda ha pesado el cambio de candidato demócrata a mitad de campaña, aunque la opción Harris fuera la menos mala de las posibles.
Sin embargo, todo lo que podía torcerse para Harris se ha torcido. No ha obtenido el voto étnico en los porcentajes que esperaba, incluso en algún estado ha optado por votar al republicano; las mujeres tampoco la han apoyado de forma incontestablemente mayoritaria, algo que sí han hecho los varones blancos con Trump. Los temas estrella de su campaña como la libertad femenina, la defensa de la democracia, las energías renovables, el derecho al aborto, se han revelado como asuntos intrascendentes, incluso para las mujeres.
Me pregunto hasta qué punto el conflicto de Gaza ha podido influir también, sobre todo entre los votantes jóvenes y los musulmanes en estados como Michigan. Y por último me planteo si existe reticencia de algún tipo que imposibilite la llegada a la presidencia de una mujer. Ocurrió con Hillary Clinton, y ahora ha vuelto a ocurrir con Harris.
Por último, aspectos de geopolítica, que nunca han sido especialmente determinantes en los procesos electorales han adquirido un singular valor, pues sin entrar en conflictos concretos ha logrado recrear la idea de que la caótica situación que vive el mundo se debe a que Estados Unidos ya no son respetados. Como ejemplo explícito de tal afirmación exponía la caótica retirada de Afganistán.
Con esta realidad el planteamiento analítico tiene que ver con las intenciones de este Trump.2 que va a ocupar la Casa Blanca. La primera consideración es la del inmenso poder que acapara tal como ya se ha expuesto.
A ello hay que añadir algo sustancial: además de todo ello también ha ganado el voto popular, lo que le concede una autoridad moral, una patente de corso para actuar como considere más conveniente. Resultará divertido ver en qué quedan las causas que todavía tiene pendientes con la justicia.
El Partido Republicano, que él ya cambió, inicia hoy una nueva senda que será difícil de desandar y el Proyecto 2025 junto a los principios abrazados por el movimiento America First marcará la nueva configuración del republicanismo estadunidense.
A partir de ahora, la política de Washington y por extensión occidental, deberá adaptarse a nuevas formas, a nuevos valores, a nuevos principios. El tiempo dirá si supone un avance o un retroceso.