El miedo a la guerra y el cese de vuelos internacionales a Israel mantienen los comercios clausurados
Ayoub es un palestino de Cisjordania que reside en Jerusalén. Como la mayor parte de sus compatriotas, su modus vivendi es el comercio.
Gestiona uno de los innumerables puestos de souvenirs de la Old City, dentro de las milenarias murallas de la ciudad. En su tienda lo mismo vende crucifijos, que kipás que cuadros con frases sagradas del islam. O vendía, porque este último año se ha visto obligado a echar el cierre, informó el diario español El Periódico.
Jerusalén, tres veces santa. Ciudad sacra para las tres religiones abrahámicas mayoritarias en el mundo: sagrada para los cristianos, los judíos y los musulmanes.
También para el joven estado de Israel, dado que se trata del principal punto neurálgico del turismo en el país. El lugar más visitado por los peregrinos y uno de sus principales motores económicos por la cantidad de comercios, restaurantes y hoteles que reciben a los peregrinos.
La estampa típica de Jerusalén es la de las calles abarrotadas de visitantes. Las colas para acceder al Santo Sepulcro, al Gólgota o al Muro de las Lamentaciones. Todo eso ha cambiado en cuestión de meses. Ahora, Jerusalén presenta un aspecto más cercano a la realidad de 2020 durante la pandemia que a su día a día cotidiano. Calles desiertas y persianas bajadas ‘sine die’, a la espera de que se resuelvan los numerosos frentes de la guerra.
Este medio ha hablado de esta cuestión con Fleur Hassan-Nahoum, la vicealcaldesa de Jerusalén. Nacida en Londres hace 51 años, pero de madre de Tánger y criada en Gibraltar, nos atiende con su inconfundible acento llanito, mezcla de inglés británico y gaditano cerrado. Y atribuye a la guerra y a sus efectos colaterales esta dramática disminución de visitas.
“Lo que pasa en esta época es que ya no hay turistas en Israel. Por la guerra en sí, pero también por las consecuencias colaterales. Hay miedo a visitar el país, pero tampoco hay muchas formas de llegar para las personas que sí quieren venir. Ahora apenas hay vuelos internacionales desde los últimos ataques”, explica.
Para Fleur, es difícil calcular el número de comercios que han cerrado desde el 7 de octubre de 2023, día en que Iasrael inició la agresión contra Gaza.
El complicado entramado de callejuelas de la ciudad vieja de Jerusalén alberga un número indeterminado de tiendas y puestos callejeros. “No sabemos cuántos han cerrado, aunque confiamos en que todos vuelvan a abrir sus puertas cuando se acabe la guerra”, cuenta.
Jerusalén llegó a recibir cerca de cinco millones de visitantes en épocas de bonanza. Eso es, antes de la pandemia.
Los comerciantes, por su parte, siguen esperando ese repunte prometido por el régimen.
Reconocen que pocas veces habían visto así la ciudad santa e invitan a los turistas a regresar. “Es seguro venir; aquí no han caído bombas. Jerusalén es un lugar en el que convivimos judíos musulmanes y cristianos, y la guerra se centra en otros lugares de Israel y Palestina”, le cuenta Ayoub a este periódico. Por el momento le echa una mano a su primo, otro palestino que es de los pocos que mantiene la persiana abierta en su comercio. Toda la familia reza para que llegue pronto el fin de la guerra y la vuelta a la normalidad.