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El sueño americano murió": La migración inversa desatada por el regreso de Trump

El sueño americano murió": La migración inversa desatada por el regreso de Trump
La isla caribeña de Gardi Sugdub, acoge a migrantes, en su mayoría venezolanos, en su camino de regreso hacia Suramérica después de no haber logrado su objetivo: entrar en Estados Unidos. EFE/ Carlos Lemos

Cientos de migrantes, muchos de ellos niños, abordan en estos días lanchas en Cartí, en la comarca indígena de Guna Yala

Cientos de migrantes, muchos de ellos niños, abordan en estos días lanchas en Cartí, en la comarca Guna Yala. Van camino al sur, una travesía de unas 12 horas hasta el puerto de Necoclí, en Colombia, para luego seguir por tierra, la mayoría a Venezuela, informaron medios de prensa internacional.

Buscan esquivar los controles en tierra que intentan sin éxito ordenar el flujo migratorio inverso y, sobre todo, el cruce de Darién, que muchos hicieron hace unos meses cuando se dirigían hace el norte y donde lograron sobrevivir a bandas criminales y peligros de la jungla.

Pero el peligro no desaparece. Una niña venezolana de ocho años murió al naufragar el viernes uno de estos botes con una veintena de migrantes.

Entre los migrantes reina la desazón y la tristeza. Desde que llegó a la Casa Blanca Trump aplica una una política de mano dura contra los migrantes, con redadas y expulsiones de personas en situación irregular a distintos países e incluso a la base estadounidense de Guantánamo, en Cuba.

Migrantes venezolanos provenientes de México esperan para abordar una embarcación en la Isla Gardi Sugdub con destino a Colombia, en la comarca Guna Yala (Panamá). EFE/ Carlos Lemos

 

También eliminó la aplicación móvil CBP One que permitía a los migrantes programar citas para solicitar asilo.

Vienen en su mayoría desde México, sin documentos y endeudados tras gastar entre $5,000 y $10,000 en el viaje. Han dormido en refugios o en la calle, pasaron hambre y vendieron golosinas en los semáforos para medio comer y pagar los buses o lanchas de retorno a sus países.

Algunos van quedando en el camino. María Aguillón partió en diciembre de un pueblito del sur de Ecuador con su esposo, tres hijos y tres nietos. “Teníamos que salir porque hay mucha matanza, yo había perdido un hijo”, dijo sollozando en el albergue de San José, Costa Rica.

Cruzaron el Darién, pero a su marido lo deportaron de Panamá y ella siguió con el resto. Quería llegar a Estados Unidos para reunirse con otros dos hijos que viven allá, pero no pudo.

Actualmente esa mujer de 48 años intenta hallar un trabajo en Costa Rica para reiniciar una vida con su familia.

Aunque los gobiernos de Centroamérica dicen esforzarse por organizar la migración inversa, hay caos. Panamá y Costa Rica recluyen a los migrantes en centros de refugio en zonas remotas fronterizas.
“Prometieron vuelos humanitario y nada. Puro embuste”, dice Palacios. “Volvemos con los sueños rotos a nuestro país”.

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