Después de la caótica campaña electoral del 2024, se imponía intentar la unidad nacional para enfrentar retos tan difíciles como el de la Caja de Seguro Social, el futuro de la mina y el desastre heredado en las finanzas públicas.
El país venía del caos de tres administraciones previas agravado con Cortizo y era necesario la suma de muchas mentes para enderezarlo. El primer sorprendido de su triunfo fue José Raúl Mulino, el candidato vicepresidencial convertido a última hora en el estandarte del partido liderado por Ricardo Martinelli.
Hasta pocos días antes de la elección su candidatura fue incierta, pero confirmada por una dilatada decisión de la Corte Suprema de Justicia.
Mulino no fue a debates, casi no dio entrevistas, rehuyó a los periodistas y poco se pudo saber de su programa de gobierno y con quiénes gobernaría.
El nuevo presidente Mulino nos habló de la unidad nacional, algo que parecía lógico por la forma como había terminado ganando y por las condiciones en que encontraría todo, requería de una urgente reconstrucción nacional.
Llegó a decir que por eso nombraría a gente de diferentes partidos para promover la unidad que en ese momento requería el país. Juan Carlos Navarro del PRD en Miambiente, José Miguel Alemán, panameñista, como embajador en Washington. Expresidentes de la Cámara de Comercio en puestos claves como el ministro del Canal y responsable de la Secretaría de Metas, José Ramón Icaza, y Adolfo Fábrega encargado de la
Autoridad de Innovación Gubernamental. Gentes que no eran fans de Martinelli como el nuevo ministro de Economía y Finanzas, Felipe Chapman.
Se dio la inicial impresión de que la Cámara de Comercio era un partido político.
Lo que si hubo unidad fue entre los amigos del nuevo presidente y los fieles de Martinelli, el responsable de su inesperado triunfo.
La unidad nacional quedó en eso, solo palabras. En sus primeros ocho meses de gobierno, Mulino ha carecido de metas concretas. Sin ninguna estrategia interna y menos internacional, somos incapaces de enfrentar una crisis como la emergencia de Donald Trump.
Como decimos en buen panameño el nuevo Ejecutivo quedó integrado como un guacho, tirando unos para un lado, el de él, y para el otro, el del asilado en la embajada nica.
La experiencia nos ha traído como resultado un gobierno sin rumbo. Sin propósitos. Sin liderazgos. Donde los ministros son silentes. La prueba más fehaciente ha sido cómo hemos afrontado las diversas arremetidas que nos ha dado la administración Trump con lo del Canal, los migrantes y el traspaso de la propiedad de las concesiones de los puertos. Frente a ello, la respuesta menos acertada ha sido la de decir que en esos temas el único que puede hablar es el presidente de la República.
El momento nos exige un poco de modestia y sensatez. Modestia porque, aunque seas el presidente de la República, es necesario tomar en cuenta a todos. No parece prudente decir que en esa lucha no necesitamos que nadie nos ayude. Sensatez, porque debemos manejar con mucho tino y destreza la relación con el coloso del norte.
Los enemigos que tenemos enfrente no son cualquier cosa. Son el país más fuerte del mundo y, nosotros, por más que tengamos toda la razón, requerimos del mayor apoyo interno y externo, tal como en 1977 logramos concitar el mismo de muchos países del mundo.
¿Todavía estamos a tiempo? Por supuesto que sí. Las amenazas que se ciernen sobre nosotros aumentarán sobre todo porque desconocemos con que se saldrán nuestros adversarios, amigos de siempre hasta el 20 de enero pasado.
Ahora nos hablan de que quieren tener el registro de naves mercante más gran del mundo, despojándonos de algo que ha sido nuestro desde inicios del siglo XX. Sabrá Dios qué pretenderán hacer con los puertos de lo cual nos dimos cuenta por los medios internacionales, como muchas de las cosas que pasan en el país.
El mundo sensato se pregunta si el secretario de Estado Rubio podrá acometer la nueva tarea asignada por su presidente de ver cómo Estados Unidos recupera el Canal de Panamá. ¿Estamos preparado para lo que tienen pensado hacer?
Presidente Mulino: el futuro es de todos y es usted, como el primer mandatario, quien debe guiarnos por el mejor sendero.
Ese camino es el de la unidad nacional verdadera pensando, más que en los intereses políticos de alguien, en el futuro de todos, actualmente ensombrecido por los tantos ataques que estamos recibiendo. Nunca es tarde para promoverlo.