Su munición es la desinformación, las noticias falsas y las interpretaciones interesadas de la realidad.
En el incipiente proceso de paz en Ucrania nada es lo que parece a simple vista. Y es que ambos bandos y los países implicados en las negociaciones están enzarzados en otra guerra no menos cruenta, la de los relatos propagandísticos, informa la agencia EFE.
Cuando los cañones callan, le toca el turno a la narrativa. Su munición es la desinformación, las noticias falsas y las interpretaciones interesadas de la realidad. Todo vale con tal de que sirva para defender los intereses nacionales.
En paralelo a la máquina de guerra, la maquinaria de propaganda del Kremlin ha comenzado a trabajar a toda marcha. De un día para otro, el Occidente Colectivo ha dejado de existir. Lo que antes era una certeza –Estados Unidos es el enemigo-, es ahora un pecado de juventud.

Desde hace meses Rusia utiliza la expresión Partido de la Guerra para referirse a todos aquellos -ingleses, alemanes y franceses- que supuestamente se oponen a una paz en Ucrania, aunque la consideren injusta porque beneficia al Kremlin.
El Partido de la Guerra es, a grandes rasgos, la Unión Europea (UE) con sus planes de rearme ante la sospecha de que la nueva Administración de la Casa Blanca quiere desentenderse de la seguridad continental.
“La militarización de Europa es una peligrosa tendencia que, por supuesto, de ninguna manera nos acerca a una distensión ni contribuye a la seguridad del continente europeo”, dijo Dmitri Peskov, portavoz del Kremlin, en su rueda de prensa de este viernes.

El relato es que la amenaza para la seguridad de Europa no son las tropas rusas que avanzan en el Donbás, sino Bruselas y su Ejército de burócratas ‘sedientos de sangre’ que quieren asestar a Moscú una “derrota estratégica” en el campo de batalla.
“Hay gente que quiere volver a los tiempos de Napoleón. Olvidan cómo acabó aquello”, dijo el presidente ruso, Vladimir Putin.
De repente, el presidente Trump, es ese dirigente pragmático que persigue “el noble” objetivo de poner fin a las acciones militares y las pérdidas humanas en Ucrania, según el comunicado del Kremlin.
Eso sí, Putin se ha cuidado mucho de aceptar un alto el fuego. Al margen de la narrativa prorrusa, la realidad es que Moscú rechazó tanto la tregua de seis meses que le plantearon los europeos como la de 30 días que le ofreció Washington.
Sólo aceptó una tregua parcial. Nada más hablar por teléfono con Trump, ordenó a sus Fuerzas Armadas cesar los ataques contra la infraestructura energética ucraniana.

Incluso, según el comunicado de Defensa, las baterías antiaéreas derribaron siete drones rusos que se dirigían a la región de Mikolaiv.
Pero ni hablar de la tregua en el mar Negro, que será abordada con Estados Unidos esta semana en Arabia Saudita.
El caso es que la tregua rusa es unilateral, ya que Kiev nunca la aceptó y únicamente se mostró dispuesto a estudiarla.
De hecho, Zelenski aseguró tras conversar con Trump que Kiev, en realidad, quiere una tregua que implique a todas las infraestructuras civiles.
Desde el comienzo de las negociaciones la prensa rusa insiste en que una de las principales demandas del Kremlin es que se reconozca la incorporación de las regiones ucranianas anexionadas, algo en lo que coinciden los asesores de Trump.