En la actualidad, 785,115 estudiantes reciben clases en español, italiano, francés, franco congoleño, así como portugués
Hace 70 años el sacerdote chileno José María Vélaz y los esposos Abraham Reyes y Patricia Reyes fundaron, en una casa de un sector popular de Caracas, la primera escuela de Fe y Alegría, un sistema educativo que hace vida en Venezuela y se ha expandido a 22 países con la premisa de transformar socialmente las zonas más empobrecidas, informa la agencia EFE.
Sus orígenes se remontan a marzo de 1955, cuando el padre Vélaz daba clases de catecismo en el sector del 23 de Enero, en el oeste de Caracas, y se percató de la necesidad de impartir educación formal a los niños de la zona.
Allí contó con la ayuda de Abraham y Patricia Reyes, quienes donaron su casa para que sirviera como sede de la primera escuela de Fe y Alegría con 100 alumnos inscritos.
El éxito de Fe y Alegría en Venezuela hizo que Vélaz viajara a Ecuador, donde se construyó la primera escuela en una comunidad indígena de Quito, de la que fue director, luego de haber recorrido sectores de la capital ecuatoriana y de la ciudad de Guayaquil para medir el pulso de la motivación y la posibilidad de ampliación del sistema.

A partir de allí, el proyecto se extendió a otras naciones de la región como Perú, Haití, Bolivia, Honduras, así como a los lejanos Chad, Madagascar, Italia, España, hasta llegar, en 2014, a la República Democrática del Congo.
En la actualidad, 785,115 estudiantes reciben clases en español, italiano, francés, franco congoleño, así como portugués.
El proyecto, según explicó a EFE el sacerdote Manuel Aristotena, exdirector general de la institución y encargado de una iniciativa de sistemas de información, se basa en la creencia de que un niño sin escuelas es un problema de todos.
Aristotena señaló que Fe y Alegría nació como un movimiento de educación popular y luego se amplió hacia la promoción social, algo que, consideró, ya se venía haciendo, porque cuando se trabaja con las comunidades se genera una “mejora sustancial en el ambiente”.
Y aunque son muchos los que han pasado por las aulas de las 1,783 escuelas que conforman este sistema, 70 años después los beneficios pasan de generación en generación.

Tal es el caso de Gilbely Sánchez, de 36 años, quien fue estudiante de Fe y Alegría, y cuya hija actualmente cursa tercer grado en la misma institución, porque -dijo- además de una “buena educación” la institución “implementa buenos valores”.
El responsable de la coordinación de Comunicación para el Financiamiento, Mercadeo y Sostenibilidad de Fe y Alegría, Javier Barrios, explicó que cada día en la institución “ocurre un milagro”, porque, señala, ha habido “mucha creatividad” y “diálogo permanente” entre todos los involucrados para hacer frente a las dificultades.
“Un eje importante es el involucramiento de la familia, la familia hoy en día aporta el 30 % del presupuesto de la sostenibilidad de Fe y Alegría. Es decir, la familia está sosteniendo en estos momentos el movimiento (en Venezuela) como lo hizo en sus orígenes”, resaltó.
En el resto de países, Fe y Alegría se diferencia en sus modelos de sostenibilidad, aunque en todos se lleva a cabo la tradicional rifa, que sirve para recaudar fondos y mejorar las escuelas.