Apostaron que los debates sobre la nueva ley de la Caja de Seguro Social (CSS) no llegarían a buen puerto. Inclusive, hubo algunos, según su visión política, que se opusieron de tal forma a lo que se hiciera que ninguna propuesta, fuera buena o mala, sería aceptada. No les interesa el futuro del país, sino el porvenir de sus obtusas y utópicas posiciones políticas e ideológicas que tantos países han destruido en el pasado.
Un tema que había sido pateado irresponsablemente hacia adelante por las últimas tres administraciones, de antemano se sabía que de fácil nada tendría. Había muchos resquemores con todo el desorden y el mal servicio que la CSS prestaba a los asegurados y cómo, los políticos, gobierno tras gobierno, hicieron tanto para saquear sus sagrados fondos.
Muchos aplaudieron la valentía del nuevo presidente para iniciar la discusión de un tema impostergable de afrontar, pero engavetado por el temor de perder popularidad o simplemente por falta de visión de país. No era tarea fácil y eso lo sabíamos todos.
Se escogió a un nuevo director donde, a pesar de las críticas hechas, demostró tenacidad y capacidad, acompañado por un ministro de Salud que calmadamente siempre estuvo al pie del cañón. Sobre todo, siempre apoyados ambos, por el particular estilo de quien hoy ocupa la presidencia de la República que no desfalleció en el propósito que se trazó desde el primer día de su gobierno: legar una nueva legislación a la CSS.
Hoy tenemos una nueva ley. Simplemente no es la panacea. De seguro que pudo ser mejor. Pero se ha logrado sin mayor costo social y con la esperanza que el país pueda seguir su rumbo atendiendo los otros problemas básicos que urgentemente se tienen que enfrentar, a los cuales hay que sumar las extrañas relaciones bilaterales con un “viejo amigo” como los Estados Unidos que tienen a más de cuatro totalmente confundidos. Seguro que habrá que evaluar cómo la nueva legislación se va ejecutando con el tiempo, pero por eso ninguna ley debe ser perceptible.
Bien se ha dicho que la CSS solo se puede componer en la medida que cese su corrupción interna, descrita a la perfección por las 5,000 botellas que dice su director que todavía permanecen allí, y que aumente considerablemente el empleo de calidad en el país, base para que la pirámide que sustenta a la entidad pueda proyectarse hacia el futuro.
La tarea que enfrenta el gobierno nacional está en la generación de más empleos para lo cual deben tomarse algunas acciones inmediatas como lo es la desburocratización del gobierno y que éste se convierta en facilitador, no en constructor de barreras que impiden el buen desarrollo del flujo comercial e industrial que el país requiere tanto a nivel interno como internacional.
En ese esfuerzo debemos estar todos comprometidos para lo cual se requiere mayor espacio para la consulta y discusión de las autoridades, en ocasiones sordas a lo que le dicen y ciega para desconocer la realidad.
Comenzará la discusión sobre la mina el cual debe hacerse con la mayor amplitud y responsabilidad para sortear todos los problemas legales que se dan en torno a su apertura.
Con la experiencia de un leonino contrato con 25 normas tildadas de inconstitucional por la Corte Suprema de Justicia, el presidente Mulino debe integrar un equipo técnico y político muy especial para tratar el futuro de la mina y del desarrollo minero del país, que indiscutiblemente lo coloca como uno de los grandes recursos del país, hasta mayor que el del Canal de Panamá. Recurso que, bien utilizado a futuro, puede ayudarnos a que nuestra deuda externa se evapore, pudiendo ayudarnos a desarrollar áreas hasta hoy inalcanzables precisamente por la inversión que las mismas exige.
Las cartas están echadas. Ojalá que la gobernabilidad que tan poco fluidamente ha existido desde el 1 de julio pasado, debido a la presencia en los asuntos de Estado de personas que no fueron electas en la pasada elección, sea fortalecida.
Ese fortalecimiento recaerá sobre el presidente Mulino, nos guste o no, quien sebe asumir con valentía los tantos retos que como Nación hoy tenemos que enfrentar. En ese esfuerzo debemos estar todos listos a apoyar para el barco llegue a buen puerto.