Entre aquellos migrantes que penetraban en Canadá sin la menor traba había muchos procedentes de Asia y África
El enorme aumento de la migración en Canadá, disparado tras la pandemia del Covid-19 y que hace solo seis meses era uno de los temas más preocupantes para los canadienses, ha sido otro de los asuntos opacados por las amenazas del presidente Donald Trump sobre su vecino del norte, pero resurgirá sin duda en el futuro, informó la agencia EFE.
País con una gran tradición de acogida, Canadá ha visto pasar el número de trabajadores temporales de 356,000 en el 2011 a 845,000 en el 2021, y la cifra de nuevos residentes permanentes fue solo en el 2023 de 430,000. Además, en el 2023 un millón de estudiantes internacionales residían en el país.
El profesor Chedly Belkhodja, especialista en movimientos migratorios en la Universidad Concordia de Montreal, comenta que el sentimiento general sobre la inmigración ha dado un giro en cinco años debido también a Trump, pues él “ha endurecido su discurso migratorio y eso ha contaminado el discurso de todos los partidos políticos, en Canadá y en todo el mundo”.
Prueba de ese giro es que desde mediados del 2024 el gobierno canadiense empezó a retocar sus normas migratorias para reducir el número de residentes temporales lo que supondrá que en el 2025 hasta dos millones de personas tengan que abandonar el país.

El pasado 9 de abril, en una entrevista durante la campaña electoral, el ministro de Educación del Gobierno provincial quebequés, Jean-François Roberge, comentó sus preocupaciones migratorias en estos términos: “Québec no puede recibir todas las miserias del mundo”, dijo, unas palabras que despertaron la indignación en una sociedad multiétnica con grandes comunidades de haitianos, magrebíes y asiáticos en general, muy visibles en una gran ciudad como Montreal.
Belkhodja recuerda que hay una realidad tozuda y es que sectores como la tecnología, la sanidad, la ingeniería, la agroalimentación y el turismo siguen necesitando de mano de obra foránea, principalmente en Quebec -segundo polo económico tras la provincia de Ontario-, y así se publicitan en el mundo para atraerla.
En realidad, las palabras de Roberge aludían a la llegada masiva de refugiados y solicitantes de asilo, arribados de forma incontrolada desde Estados Unidos por el paso irregular de Roxham Road en el momento en que el país del sur sufría su propia oleada migratoria desde toda Latinoamérica a través del famoso paso del Darién en Panamá.
Entre aquellos migrantes que penetraban en Canadá sin la menor traba había muchos procedentes de Asia y África -a veces familias enteras-, y no solo de Latinoamérica.
Está además la cuestión universitaria: Canadá tiene una línea bien definida de atracción de talento extranjero y ha desarrollado una potente red de universidades que en el 2024 contaban con un millón de estudiantes internacionales, concentrados de forma muy notoria en las grandes ciudades. Por razones obvias, muchas de estas universidades también optan por la lengua inglesa como ventana al mundo.
Y si la inmigración parece haber caído de las preocupaciones ante la zozobra que representa las amenazas económicas de Trump, algunos votantes sí la tienen presente.
Por ejemplo, Patricia, una peruana-canadiense establecida en Quebec desde hace muchos años y trabajadora en la industria odontológica, reconoce que va a votar al Partido Conservador precisamente por eso, “por ser el único que defiende un control férreo de las fronteras”, un argumento que para ella pesa sobre todos los demás.
¿No se siente ella misma inmigrante? “Sí, pero solo debemos abrir la puerta a los legales”, remacha.
