Las compras disparadas por temor a los aranceles impulsan un crecimiento negativo del 0,3% en marzo, cuando 2024 terminó con 2,4% de crecimiento
Cuando se daba un baño de fervor MAGA en Míchigan este martes en un mitin exaltado y triunfalista para marcar los 100 días de mandato, varios de los grandes carteles y pancartas preparados por el equipo del republicano escribían blanco sobre negro una de sus frases y promesas fetiche: Que con su segunda presidencia Estados Unidos entra en “en una nueva era dorada”
El propio presidente, con sus grandilocuencias y exageraciones habituales, usaba parte de sus 90 minutos para hacer un retrato idílico de una economía boyante.
Sin embargo, este miércoles los datos del PIB recordaban que no es oro todo lo que él dice que reluce, devolvían a la realidad y obligaban a reducir la euforia, aunque Trump siguiera negándose a ello.
En el primer trimestre del año la economía estadunidense se contrajo un 0,3% interanual.

Ese dato negativo, la primera contracción en tres años, y un choque especialmente impactante después de que el 2024 se cerrara con un crecimiento trimestral del 2,4%, se explica por la reacción a las políticas que el republicano ha puesto en marcha con agresividad en el arranque de su segundo mandato, especialmente la guerra comercial.
Esa estrategia arancelaria marcada por un enfrentamiento feroz con China pero también con socios como México y Canadá y con un gravamen global del 10% a las importaciones mientras trata de negociar bajo amenazas acuerdos individuales con países ha llevado a empresas estadounidenses a disparar de forma dramática sus compras de importaciones para tratar de adelantarse a los costes elevados por los aranceles de Trump. A la par se han producido un descenso en el gasto del Gobierno y un freno en el gasto de los consumidores, cuya confianza está cayendo ostensiblemente. Y el cóctel ha frenado, en seco, el crecimiento.
Trump ha tratado de restar trascendencia a datos que un día más, y como tantas otras veces en estas primeras 15 semanas de mandato marcadas por volatilidad e incertidumbre, han provocado caídas en las bolsas.
Lo ha hecho primero por la mañana en un mensaje en Truth Social, donde ha escrito que “este es el mercado de Biden”.
Pero en su intervención volvió a dar datos falsos sobre los precios y la inflación en su arranque de mandato y volvió también a atacar a Jerome Powell, el presidente de la Reserva Federal, sin citarlo por nombre pero diciendo que “realmente no está haciendo un buen trabajo” y asegurando: “Sé mucho más de tipos de interés que él”.
Con todo, ha reconocido que su estrategia de aranceles y el recrudecido enfrentamiento comercial con China puede tener un impacto en las cadenas de suministro y en los precios que pagan los consumidores estadounidenses.
“Bueno, quizá las niñas deberán tener dos muñecas en vez de 30, y quizá las dos muñecas costarán un par de dólares más de lo que costarían normalmente”, ha dicho Trump.
Kathy Bostjancic, economista jefa de la aseguradora Nationwide citada por The New York Times, avisaba de que una vez que los aranceles entren en vigor habrá “una economía más lenta y el mercado laboral se ralentizará. Las contrataciones ya se han estancado y esperamos que la tasa de paro empiece a subir”, valoraba.
Chris Rupkey, economista jefe de Fwdbonds, escribía por su parte en una nota a sus clientes que “el crecimiento simplemente se ha desvanecido” y aunque reconocía que “quizá algo de la negatividad de los últimos datos se debe a una prisa por hacerse con importaciones”, también decía: “No hay manera de que los asesores políticos endulcen esto”.
Eso no quiere decir que algunos no lo hayan intentado. Pete Navarro, uno de los mayores ideólogos y aliados del presidente en la estrategia comercial, han tratado de minimizar el golpe de los números de contracción. De hecho, Navarro ha llegado a decir que los datos “deberían ser buenas noticias para Estados Unidos”.
No lo son, de momento, y desde luego no lo son para Trump. Y, como ya muestran las encuestas, cada vez más ciudadanos están descontentos o preocupados con su gestión económica, un elemento que fue trascendental para su victoria electoral y que es un capital político para él que, como el PIB, se contrae.
