Aquí le decimos por qué las ballenas y otros animales marinos viven muchos años

Aquí le decimos por qué las ballenas y otros animales marinos viven muchos años
Las especies marinas han tenido que "inventar" nuevas maneras de alimentarse, a menudo en los entornos inhóspitos y extremos de los océanos más fríos del planeta.

Estas especies enfrenta el peligro de la contaminación de los mares y la colisión con barcos

Un estudio realizado por varios organismos científicos de universidades pone luz al misterio de la larga vida de las ballenas y otros animales marinos, y concluye que vivir en el mar requiere una serie de adaptaciones que mejoran la supervivencia de los individuos y, por tanto, favorecen la longevidad, según la agencia EFE.

La investigación realizada, publicada recientemente en la revista Nature Communications, concluye que cuando mamíferos y pájaros terrestres hicieron la transición de la tierra al mar evolucionaron hacia estrategias vitales cada vez más lentas.

En la naturaleza, crecer rápido y reproducirse joven es la estrategia vital más común porque reduce el riesgo de morir sin dejar descendencia, pero no todos los animales siguen esta norma. Un claro ejemplo son las ballenas jorobadas, por ejemplo, no maduran hasta los 10 o 15 años, y tienen solo una cría cada pocos años, por lo que comprender la evolución de estrategias vitales tan lentas continúa siendo uno de los grandes enigmas de la biología evolutiva.

Esta ralentización de la vida se explica por el hecho de que vivir en el mar requiere una serie de adaptaciones que mejoran la supervivencia de los individuos y favorecen una vida larga.

Los investigadores han demostrado que la posibilidad de tener una vida reproductora larga hace posible sostener una fecundidad baja y un desarrollo más lento.

Según Daniel Sol, primer autor del estudio e investigador demostró que “la evolución de vidas lentas no es simplemente el resultado de aumentar la medida o rebajar el riesgo de mortalidad, sino que también tiene que ver con la colonización de nuevos ambientes”.

En el caso del ecosistema marino, precisa, “comporta grandes desafíos como la dificultad de encontrar alimento en un espacio tan vasto” y estos desafíos “favorecen adaptaciones que protegen a los individuos del riesgo de morir por factores externos”.

El pez más grande del océano, el tiburón ballena (Rhincodon typus), es una especie altamente migratoria en peligro de extinción que requiere programas de conservación centrados en la protección de grandes áreas oceánicas y en el establecimiento de corredores marinos que trasciendan las fronteras nacionales. Foto, Caroline Collatos.

Los retos de vivir en el mar
La vida en el mar no es fácil, especialmente para los animales cuyos antepasados vivían en tierra firme, y encontrar alimento es particularmente complicado, puesto que las presas se distribuyen en áreas muy extensas, y algunas viven en profundidades poco accesibles.

Las especies marinas han tenido que “inventar” nuevas maneras de alimentarse, a menudo en los entornos inhóspitos y extremos de los océanos más fríos del planeta.

Las innovaciones adaptativas tardan mucho tiempo en desarrollarse, pero sin embargo, una vez lo hacen, proporcionan a los animales una ventaja de supervivencia que les permite disfrutar de vidas largas.

Peligros modernos para supervivientes antiguos
Los mismos rasgos que ayudaron los mamíferos y pájaros marinos a prosperar durante millones de años ahora los hacen vulnerables, se indica en el estudio, porque la vida lenta de los pájaros y mamíferos marinos hace que sus poblaciones sean muy vulnerables a amenazas que afectan la supervivencia adulta.

Entre estas amenazas figuran las colisiones con barcos, la contaminación acústica, los enredos con redes de pesca, los derrames de petróleo, o la pesca o caza comercial, y son unas amenazas a las que han tenido pocas oportunidades de adaptarse.

Para empeorar la situación, como se reproducen también a un ritmo lento y el tiempo de cada generación es muy largo, esto hace que la recuperación de las poblaciones sea lenta y que cualquier ajuste evolutivo -si es posible- tarde mucho tiempo en producirse.

El estudio ha sido liderado por el Instituto de Biología Evolutiva (IBE) y por el CREAF (Centre de Recerca Ecològica i Aplicacions Forestals) vinculado a la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB), en España, aunque también han participado investigadores del CEAB-CSIC y de la Universidad de Barcelona (UB).

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *